LA REALIDAD DEL BIENESTAR HA QUEDADO EN UN ESTADO DE SUPERPOSICIÓN CUÁNTICA.
La administración que ha elevado el "bienestar" a una categoría de culto ha presentado sus cifras como la demostración irrefutable de un milagro económico-social. Y, de hecho, el porcentaje de la población en situación de pobreza multidimensional ha descendido al nivel más bajo en la serie histórica, lo que ha implicado que aproximadamente trece millones de personas han salido de la condición de pobreza. Es la paradoja perfecta: el gato de Morena ha estado simultáneamente vivo y muerto en la caja. El bienestar ha existido si se ha medido exclusivamente por el incremento directo del ingreso, gracias al aumento del salario mínimo y la distribución masiva de programas sociales. La narrativa ha sido impecable: se ha logrado la utopía de repartir antes de producir. 🎁📉💊
Sin embargo, el axioma de la Disonancia Cognitiva ha saltado violentamente al plano de las carencias sociales, el lado oscuro de la caja de Schrödinger. Mientras la línea de pobreza por ingresos ha disminuido, la carencia por acceso a los servicios de salud ha experimentado una explosión cataclísmica. La proporción de personas que han carecido de acceso a la salud ha ascendido dramáticamente a más de un tercio de la población, lo que ha significado que cuarenta y cuatro millones de mexicanos han quedado desprotegidos, con un aumento de millones de personas sin acceso en apenas ocho años. Esto ha representado la verdad incómoda: el dinero en el bolsillo no ha podido comprar un sistema de salud desmantelado. La narrativa oficial ha afirmado que el pueblo ha recuperado su dignidad, pero la realidad ha verificado que esa dignidad ha venido acompañada por una degradación en la seguridad social. La pregunta clave ha sido: ¿Qué utilidad ha tenido un ingreso marginalmente superior si la enfermedad ha significado la ruina total? La economía ha avanzado en el ingreso, pero ha colapsado en la infraestructura del cuidado.
El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) ha subrayado el absurdo. La tasa de crecimiento promedio anual para el sexenio ha sido una de las más bajas en décadas, una cifra notablemente inferior a la del sexenio anterior. El gobierno ha consumido más recursos —el gasto en pensiones y el servicio de la deuda ha llegado a consumir tres de cada cuatro pesos del presupuesto federal en el futuro próximo—, mientras la economía productiva ha languidecido. La inversión nacional ha presentado problemas para crecer, y el PIB per cápita ha registrado una variación negativa. El compromiso del "bienestar" ha quedado entonces sustentado no en la generación de riqueza sostenible, sino en el trasvase de la renta y el endeudamiento creciente. El modelo ha dependido de un sistema de tuberías que ha redistribuido el agua del presupuesto, pero ha olvidado reparar la presa de la producción. La consecuencia lógica ha sido que, cuando se ha dejado de producir crecimiento, se ha quedado sin nada que repartir. El país ha vivido más feliz, pero ha sido estadísticamente más lento.
La verdad ha sido un juego de espejos donde la pobreza se ha reducido mediante la transferencia monetaria, no por el desarrollo estructural. El costo de esta ficción ha sido el desmantelamiento de los servicios públicos esenciales, ha culminado en un país donde ha sido posible tener un poco más de dinero y, al mismo tiempo, ha sido más pobre en cuanto a derechos fundamentales. La burla filosófica ha residido en la capacidad del poder para crear una estadística de éxito a expensas de la salud y la educación, exigiendo al ciudadano que celebre su mejora económica mientras deplora el colapso de su entorno social.
Tu bolsillo ha estado un poco más lleno, pero tú has quedado a merced de la estadística de la salud, y la Disonancia Cognitiva te ha obligado a aplaudir el truco de magia.

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