✊ EL RUIDO NECESARIO: LAS PROTESTAS 'NO KINGS' COMO LA ANSIEDAD DE LA REPÚBLICA

Las grandes concentraciones que han emergido bajo la bandera de las protestas 'No Kings' no son una simple expresión de disidencia partidista; son la manifestación física de la ansiedad existencial que corroe el tejido de la república. Estas marchas, caracterizadas por su energía y por un rechazo visceral a la acumulación de poder, señalan que el conflicto ya no se libra en las urnas o en los pasillos legislativos, sino en la calle, donde la Voluntad Popular se enfrenta al Poder Electo con una intensidad que no se veía en décadas.
El lema 'No Kings' es más que una frase; es un grito que resucita el fantasma de la fundación de la nación. Al invocar el rechazo a la monarquía, los manifestantes no están negando la legitimidad del proceso electoral, sino atacando la forma performativa con la que el poder se ejerce. Lo que se percibe en la retórica presidencial es un desprecio sistemático por las limitaciones institucionales, un intento de transformar la autoridad republicana —definida por las leyes— en una autoridad personal, definida por el capricho y la lealtad.
La sociología de estas protestas revela un patrón crucial. La multitud no se reúne por un único tema legislativo; se congrega por la erosión sutil, pero constante, de las normas democráticas. La gente está reaccionando a la sensación de que el sistema de pesos y contrapesos se ha vuelto un objeto decorativo, y que la transferencia de lealtad desde la Constitución hacia la figura del líder amenaza con colapsar la distinción fundamental entre el Estado y el individuo. La protesta se convierte en el último recurso de la ciudadanía para reclamar la propiedad de las instituciones que siente que le están siendo arrebatadas.
El sistema, para su propia supervivencia, necesita este ruido. Las protestas, como un síntoma de fiebre, son una señal de que el cuerpo político está luchando contra una infección. El silencio no sería la paz; sería la complacencia ante la captura del poder. En este contexto, la resistencia activa se convierte en un mecanismo vital de defensa social, un recordatorio constante de que la soberanía reside en el pueblo, no en el título de la oficina.
Aunque las marchas puedan ser tachadas de inútiles por el establishment, su valor es incalculable: ellas son el último contrapeso físico en un sistema donde los contrapesos legales y mediáticos han sido debilitados o polarizados. Las protestas 'No Kings' son el clamor por un retorno al equilibrio, una súplica para que la República recuerde su origen y rechace la peligrosa seducción del poder unipersonal. La calle se ha convertido en la nueva ágora, y el ruido de la disidencia es, irónicamente, la voz más fuerte que defiende la estructura democrática.
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