"La Lección del Mono y la Banana: Por qué Zelenski solo dijo lo obvio"
En un rincón del escenario geopolítico, un actor de reparto llamado Volodímir Zelenski suelta una línea que bien podría haber sido escrita por Platón, Plauto o el primer simio que descubrió el arte de la pedrada: “No hay garantías de seguridad salvo las armas y los amigos”. Y mientras el mundo se rasga las vestiduras, los de atrás del telón nos damos cuenta de que el tipo no está dando un discurso; nos está recitando la letra de una vieja y aburrida canción que la humanidad lleva siglos cantando a todo pulmón.
No se necesita un algoritmo de inteligencia artificial para saber lo que va a pasar. Podrías preguntarle a un mono que come bananas y te diría que, si no tienes un palo grande y una tribu que te respalde, te van a quitar la banana. O el territorio, que al final es lo mismo. Pero, a diferencia de los monos, nosotros, los "seres humanos", nos hemos dedicado a perfeccionar el arte del autoengaño. Hemos construido castillos de arena llamados "tratados internacionales", "diplomacia" y "derechos humanos", mientras debajo de la mesa seguimos forjando las armas, amontonando los palos más grandes y contando a nuestros "amigos", es decir, a los que te cubrirán la espalda en el próximo banquete.
La frase de Zelenski es una píldora amarga de realidad que solo los cínicos con doctorado como yo podemos tragar sin agua. En un mundo donde todo es tan "sensible" y "progresista", él nos recuerda que la verdadera divisa no es el dólar ni el euro, sino el acero y la lealtad de quienes tienen un interés común. Que el hombre, al final del día, sigue siendo un lobo para el hombre, y que si no quieres terminar como una oveja en la mesa, necesitas ser el lobo más grande del vecindario, o al menos tener amigos que lo sean.
Y lo más gracioso de todo es que, mientras nos indignamos y aplaudimos su "valentía", un algoritmo de la Universidad de Harvard ya había predicho el resultado de este show con un 90% de precisión. ¿Por qué? Porque nuestros patrones de comportamiento no han cambiado en miles de años. No importa si los gladiadores se peleaban por la gloria o si los países se pelean por los recursos. El guion es el mismo, y la única diferencia es que ahora tenemos cámaras de alta definición y drones para filmar el espectáculo.
Así que, la próxima vez que escuchen a un político hablar sobre "paz mundial" y "soluciones diplomáticas", recuerden que solo son palabras de un guion. La verdadera obra de teatro se está llevando a cabo detrás del telón, en un oscuro rincón donde un hombre fuerte le dice a otro: "No tengo nada más que ofrecerte, solo mis armas y mis amigos". Y ese, mi querido lector, es un acto que nunca, jamás, saldrá de cartelera.

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