La Etiqueta del Veredicto

El Guion de los Tres Actos Fúnebres

"La guerra no tiene dos caras, solo un guion mal escrito."

En el teatro de la guerra, el telón cae y el espectáculo continúa detrás de cámaras. El comunicado de prensa, conciso y tajante, declaró el veredicto: tres "narcoterroristas" muertos en un ataque. Y la audiencia asintió, satisfecha. Era un acto esperado, un clásico del género "Justicia contra el Mal". Pero, ¿quién escribe el guion? Es un guion de tres actos, meticulosamente diseñado para el consumo público. El primer acto, el "Acto de la Declaración", es rápido y dramático. La "amenaza" es neutralizada, la "seguridad" es restaurada. El segundo, el "Acto de la Justificación", es más sutil. Aquí, los medios de comunicación, como un coro griego, repiten la narrativa oficial. Finalmente, el tercer acto, el "Acto de la Amnesia", donde los detalles se pierden en el olvido, permitiendo que la historia se repita sin consecuencias.


"Un observador con un par de binoculares rotos podría notar que el uso de la palabra 'narcoterrorista' es una pieza clave de utilería."

Es una etiqueta práctica, un comodín que le permite al director fusionar dos villanos en uno, simplificando la trama. Es la magia de la burocracia, la astucia de la diplomacia: convertir un problema de salud pública en una operación militar. ¿Por qué "narcoterrorista" en lugar de "traficante de drogas"? La respuesta yace en el poder de la palabra, en su capacidad para evocar imágenes de terror y no de adicción. De un golpe, el problema se transforma de una cuestión social compleja a un enemigo tangible y letal. Se construye un enemigo con dos cabezas, una de las cuales ya está estigmatizada. La primera ya la conocemos, los narcotraficantes que siembran la violencia y la discordia. La segunda, la del "terrorista", se adhiere como un parásito, permitiendo que las acciones que se toman contra ellos sean justificadas bajo el manto de la "seguridad nacional".

¿Quiénes eran esos tres? Un comunicado de prensa no tiene espacio para los personajes secundarios, sus motivaciones o sus nombres. Eran un número, una nota al pie en el libreto de la historia. ¿Eran "villanos" antes de que se les asignara ese rol? ¿O lo fueron después de que sus cuerpos cayeron al suelo? En la fría arquitectura de la comunicación oficial, el "quién" es irrelevante, el "por qué" es peligroso y el "qué" es la única verdad. El comunicado de prensa, con su prosa impecable y su tono distante, no es un reporte de hechos. Es un epílogo con un final cerrado.

La sociedad, adormecida por la narrativa, aplaude el final feliz. Se congratula por la victoria y olvida el costo. Pero, en los márgenes del guion, lejos de los reflectores, se gesta la verdadera historia.

Es en los pasillos de un hospital, en las morgues, en las casas donde el silencio se ha vuelto insoportable. Ahí, donde la narrativa oficial no tiene voz ni voto. Ahí, donde el dolor se acumula, donde las preguntas no tienen respuesta. En el silencio de los ataúdes, se siembra la semilla del resentimiento.

La obra no ha terminado. Porque si uno se toma el tiempo de leer entre líneas, se da cuenta de que la obra no ha terminado. La siguiente escena, la del funeral, la del dolor de las familias y la del rencor que se siembra en el suelo, esa, esa no sale en el guion.


El comunicado, con su prosa impecable, no es un reporte de hechos. Es la última escena de un drama que el público no vio. Es un epílogo con un final cerrado. Pero si uno se toma el tiempo de leer entre líneas, se da cuenta de que la obra no ha terminado. La siguiente escena, la del funeral, la del dolor de las familias y la del rencor que se siembra en el suelo, esa, esa no sale en el guion.

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