La guerra como un reloj
La historia se repite no por accidente, sino porque los hombres insisten en caminar sobre la misma arena movediza.
Me senté en el despacho, el olor a papel viejo y a café amargo llenando el aire. El mapa en la pared, un relieve de la Franja de Gaza, parecÃa vibrar. Las noticias no eran más que un eco de algo que habÃa visto y estudiado en libros una y otra vez. El 2 de septiembre, las Fuerzas de Defensa de Israel intensificaban una ofensiva terrestre en la Ciudad de Gaza. No fue una sorpresa, no para quien entiende que la guerra, como el tiempo, avanza con una lógica implacable.
La operación no es un acto improvisado, sino la culminación de un plan que se ha ido cocinando por meses. La escalada de hostilidades no es una casualidad. Las FDI, bajo la dirección del primer ministro BenjamÃn Netanyahu, buscan el control de lo que queda del principal centro urbano de la Franja. La justificación oficial, la de siempre: "acabar con las capacidades militares y de gobierno de Hamas". Los detalles, sin embargo, revelan una realidad más brutal y compleja. Los ataques no distinguen entre combatientes y civiles; hospitales como Al-Shifa reportan decenas de muertos, entre ellos mujeres y niños. Las cifras del Ministerio de Salud de Gaza, gestionado por Hamas pero reconocido por la ONU como la fuente más confiable, hablan de más de 63,000 palestinos fallecidos desde el inicio del conflicto. Y la cifra sigue subiendo.
El mundo observa, pero no actúa. La condena es un eco lejano. La Asociación Internacional de Académicos del Genocidio, con 500 miembros, ha acusado a Israel de genocidio, pero el gobierno israelà desestima la acusación como una campaña de desinformación. Es un guion que he visto antes. Las acusaciones se lanzan, los comunicados se emiten, pero los tanques siguen avanzando. La diplomacia es una herramienta, no una solución definitiva en esta región.
En Israel, la situación no es menos volátil. Se ha llamado a decenas de miles de reservistas, una movilización masiva que ha puesto a prueba la fibra social de la nación. A diferencia de otros momentos de su historia, la unidad está fracturada. Movimientos de reservistas como "Soldados por los Rehenes" se niegan a servir, argumentando que la guerra sin fin de Netanyahu pone en peligro a los rehenes restantes y desgarra a la sociedad israelÃ. El costo humano no es solo para los civiles de Gaza, sino también para los propios soldados, con altas tasas de y el colapso de sus vidas personales y profesionales.
La operación terrestre no es solo un despliegue militar, es un acto de fuerza que ignora la desesperación humanitaria. La ONU y otras agencias han confirmado que el hambre, o mejor dicho, la hambruna, ha llegado a Gaza, una crisis creada por el hombre, un fracaso de la humanidad que podrÃa haberse evitado. Los convoyes de ayuda humanitaria son constantemente atacados, lo que ha provocado la muerte de cientos de personas que solo buscaban alimentos y agua. Es una táctica de guerra tan vieja como la civilización misma: usar el hambre como arma.
Este conflicto, más allá de la polÃtica y las estrategias, es una tragedia humana. Es el fracaso de la razón y la victoria del fanatismo de ambos lados. Las resoluciones de la ONU son papel mojado. Las palabras de los diplomáticos, solo aire. Lo que importa es lo que sucede en el terreno: el sonido de los proyectiles, el grito de los niños, el silencio de los desaparecidos. El ciclo de violencia no ha hecho más que intensificarse.
La historia avanza a un ritmo inexorable. Cada bala, cada bomba, es un engranaje en un reloj que nadie puede detener. Mi única tarea, mi único propósito, es documentar esta maquinaria. En el próximo artÃculo, me sumergiré en las implicaciones de esta operación en la geopolÃtica de la región, explorando cómo la ofensiva israelà en Gaza ha desatado una ola de descontento en los paÃses árabes vecinos y la respuesta de potencias como Estados Unidos y Rusia.
Social Plugin