El Rompecabezas Sombrío
La Geometría de la Desesperación
"El arte de la venta no está en convencer, sino en saber cuánto estás dispuesto a perder para ganar."
El anuncio de Argentina de vender reservas para aliviar la presión cambiaria no fue una noticia, sino la culminación de un teorema. Un teorema que se ha repetido en la historia económica con la precisión de un reloj suizo. En este ajedrez sombrío, las fichas no son peones o torres, sino millones de personas, y el tablero está pintado con números en rojo. En el papel, la operación es una ecuación de alivio temporal, una transfusión de sangre que pretende revivir un cuerpo que lleva mucho tiempo en la UCI. Pero El Banquero Felino sabe que no es una solución, sino un retraso. El fentanilo financiero que adormece la crisis, pero no la cura.
Y en medio de este acto de prestidigitación financiera, Milei asegura que negocia un préstamo de Estados Unidos. Es la pieza teatral que se añade al rompecabezas. La promesa de una inyección de capital que, en la práctica, es una transferencia de deuda. Un nuevo "salvador" que viene a socorrer, pero con un interés que se irá acumulando como una bola de nieve. Es una apuesta, una jugada de póquer donde el país, con su futuro en la mesa, espera que las cartas que le han sido repartidas no lo lleven a la quiebra.
La realidad es que la economía no se rige por las promesas, sino por los fríos datos. Y los datos muestran que esta venta de reservas es el último eslabón de una cadena de decisiones que han llevado a la nación a una encrucijada.
La "presión cambiaria" es solo la fiebre que indica una infección más grave. Y la cura, si es que la hay, no vendrá de un préstamo externo, sino de una cirugía radical que nadie se atreve a realizar. La historia económica de Argentina es un libro de texto que nadie lee, un compendio de desastres que se repiten con una precisión matemática. Cada capítulo es un ciclo de endeudamiento, una espiral que culmina en la desesperación. En cada crisis, el guion es el mismo: se agotan las reservas, se acude a un "salvador" externo y se hipoteca el futuro para resolver un problema del presente.
Este no es un drama, sino una simple y dolorosa geometría. La línea recta de la deuda, el ángulo agudo de la inflación y el círculo vicioso de la desesperación. Y el gobierno, en lugar de desarmar la ecuación, se dedica a mover las variables para dar la ilusión de un cambio. La venta de reservas es un número en la balanza, un dato que se publica en los periódicos para que el mercado se calme. Pero la balanza de la confianza no se equilibra con una sola jugada. Se equilibra con un plan, con liderazgo y, sobre todo, con la verdad.
Las negociaciones por un préstamo de Estados Unidos son otra variable en la ecuación. Una variable que se presenta como la solución final, el "deus ex machina" que salvará la obra. Pero, como en el póquer, el país está apostando con una mano débil, con la certeza de que el "préstamo" no será gratuito. Vendrá con condiciones, con reformas y con un costo que se medirá en el sufrimiento de la gente. Es un acuerdo que se negocia a puerta cerrada, pero que se pagará en la mesa del comedor de cada familia argentina.
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