El Guion de la Farsa Humana: Un Acto Más en la Guerra de Especie
Señoras y señores, el telón cayó en la oficina del ICE en Dallas. El libreto es uno que conocemos de memoria. Una tragedia, un hombre muerto, y dos más heridos. El final es siempre el mismo: aplausos en un lado, un silencio de tumba en el otro. Pero, como en toda gran farsa, la trama real no está en la sangre derramada, sino en las reacciones que siguen, en los actores que se disputan el escenario para robarse el show.
El hombre, según el filósofo Aldous Huxley, es un animal que, para sobrevivir, debe matarse a sí mismo y a su prójimo. Un animal que, en su esencia, está en guerra consigo mismo. Es un conflicto que se manifiesta en todos los niveles, desde el macro hasta el subatómico, y se hace visible en el tiroteo. El escenario en Dallas no es un caso aislado, sino un acto más en una obra de teatro sin fin. La ironía es que la oficina del ICE, el mismo lugar que se supone que tiene que lidiar con la migración, se convierte en el lugar donde la migración se detiene de forma más violenta.
Los científicos nos dan la pista: nuestro cerebro tiene un sesgo innato hacia la identidad grupal que nubla el juicio ético. Estamos biológicamente predispuestos a la tribalidad. Y así, el tiroteo no es un acto de locura, sino un resultado lógico y cruel de la naturaleza humana. El "inmigrante" se convierte en una abstracción, una figura sin rostro que justifica el miedo y la agresión de los demás. El telón de la farsa se levanta cuando vemos que el tiroteo no es solo un evento, sino una herramienta. Es un argumento visual que cada bando utilizará para reforzar su narrativa, mientras que la herida real, la de la empatía, se sigue abriendo.
Y así, el "karma" de la historia se repite. La violencia en la frontera, la xenofobia y el miedo resuenan en un bucle sin fin. La tragedia de Dallas es un eco de la "guerra civil dentro de la especie" que siempre ha estado allí. El acto aberrante no es solo el evento, sino la revelación de una verdad más incómoda: la facilidad con la que deshumanizamos a un grupo. La "guerra civil" de Huxley no es una metáfora, es una realidad biológica. El miedo y la polarización no son solo ideas, son sentimientos que se convierten en acciones.
El hombre que disparó, el hombre que fue asesinado y los hombres que resultaron heridos, todos son parte del mismo espectáculo. El público, cada uno de nosotros, se sienta en las gradas observando la tragedia. Algunos se levantan para aplaudir, otros se retiran en silencio, pero al final del día, todos somos parte del mismo guion.
La pregunta no es quién es el bueno y quién el malo, sino si podemos, como especie, trascender nuestros sesgos biológicos para vivir en un mundo donde la empatía triunfe sobre la identidad grupal.
El tiroteo en Dallas no es un final, es solo el intermedio de una obra que, si no cambiamos el guion, seguirá repitiéndose. Es el momento de la verdad, el instante en que la farsa se desmorona y nos obliga a mirarnos en el espejo y a ver la cruda realidad de nuestra propia naturaleza. La pregunta no es si somos buenos o malos, sino si somos capaces de ser humanos.
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