La Intersección Fatal del Grito y la Sombra.
Por El Bardo Felino
El tirano que abusa del cuerpo, y el sistema que condena un alma por su color, no son dos enemigos distintos, sino dos máscaras de una misma bestia.
¡Oh, musas del dolor, venid en este instante a mi llamado! ¡Cantad el lamento del mundo, una tragedia escrita con sangre y lágrimas! Mirad cómo el eco de un grito resuena en las salas de los poderosos, el clamor de las mujeres que, hartas de su yugo y de sus penas, rompieron el silencio que las ataba. #MeToo fue el nombre de su furia, el sello de su rebelión; un espejo que mostró al mundo la podredumbre oculta tras las galas y la riqueza. A unos pocos, con su gloria y renombre, les fue arrebatado el laurel; a otros, les fue puesta una marca de deshonra en su frente, un castigo que no lavará el tiempo ni las prebendas. Mas la obra no fue completa, y la injusticia, cual cruel comediante, continuó su función en las sombras.
Pero, he aquÃ, la escena se tornó más oscura. En una calle lejana, bajo un sol indiferente, un hombre de color clamó por aire, con la rodilla de la ley oprimiendo su alma. George Floyd, ¡oh, mártir de esta nueva era!, su aliento final se hizo un eco, no de una, sino de mil muertes. El Black Lives Matter, un furioso soliloquio de la rabia contenida, se alzó en cada rincón del orbe. Y en ese fuego, el #MeToo, que tanto habÃa luchado, se vio obligado a ver su propia faz, y a admitir la verdad más amarga: la injusticia no tiene un solo rostro, ni un solo color, ni una sola voz que clame.
Pues la mujer que alzó la voz contra el ultraje, halló que su dolor era aún más profundo si era su piel como la noche. La opresión de género y la injusticia racial se encontraron como dos trágicos amantes, y en su abrazo fatal, descubrieron que no habÃa victoria sin una lucha unida. El tirano que abusa del cuerpo, y el sistema que condena un alma por su color, no son dos enemigos distintos, sino dos máscaras de una misma bestia. La escena ha cambiado, y el drama se ha vuelto más complejo. Ya no basta con derribar a un rey, si el castillo sigue en pie. La voz que exige justicia ha de ser la de todos: la mujer, el hombre, el negro, el blanco, en una gran sinfonÃa de disidencia que se alce por encima de las cadenas.
Y asÃ, la obra avanza. El movimiento #MeToo, si bien no ha concluido, ha evolucionado de un acto de catarsis individual a un capÃtulo esencial en un drama más grande, el de la lucha por la justicia social. Ya no es una sola farsa, sino un drama de muchos actos, un cuento de sangre y de esperanza. ¿Hallaremos la victoria al final, o la tragedia habrá de tener su conclusión? Las tablas del mundo esperan su desenlace. Mas hasta que el telón caiga, seguiremos clamando, sin tregua y sin descanso, por un final que no sea el de la opresión, sino el de la justicia que por fin se canta en un verso universal.
Social Plugin