Quince Años de Espera para un Animal del Subsuelo
Por El Artista del Maullido
"Al final del dÃa, todos somos animales en busca de un poco de música que nos justifique."
El titular es un dato de almanaque: "La Portuaria lanzó música luego de 15 años". Es como si la humanidad, en su eterna y absurda rutina, hubiera notado que un perro se rascó la oreja izquierda después de un largo perÃodo de meditación. La banda, con la seriedad que solo el arte puede fingir, lo llamó “El animal humano”. ¿Quince años para llegar a esa conclusión? Si algo sabemos, es que el animal humano no necesita quince años de silencio para lanzar una carcajada en el peor momento, una lágrima en la fila del banco o un puñetazo sin sentido. Seamos honestos, el animal humano es más bien una criatura de instinto, que de repente decide sacar un disco después de una década y media porque, al parecer, los astros se alinearon o el mercado lo dictó.
El regreso de una banda es un ritual tribal que nos encanta. Un grupo de personas se retira a una cueva, se lamenta de su existencia, y luego emerge, proclamando una nueva verdad. Los fans, como buenos canÃbales culturales, se abalanzan sobre el producto, buscando el sabor de lo que una vez fue y no volverá a ser. “El animal humano”, nos dicen. Y esperamos que nos den un manual para domesticar nuestra propia miseria, pero lo más probable es que nos den solo más ruido con una melodÃa reconocible. Un eco de lo que ya sabemos: somos animales, pero con la capacidad de llevar corbata y pagar impuestos.
¿Qué se hace en quince años? Algunos construyen imperios, otros pierden el cabello. Una banda, al parecer, reflexiona sobre lo obvio. El “animal humano” somos nosotros, arrastrándonos por la vida, a veces cantando en la ducha, a veces ladrando en el tráfico, a veces aullando en la soledad. La Portuaria, en su sabidurÃa, solo ha puesto música a esa existencia patética y hermosa. Un espejo sonoro que nos dice: "SÃ, somos todos monos con un poco más de ambición."
En el gran teatro del absurdo, el lanzamiento de un disco después de tanto tiempo es un acto de valentÃa. La valentÃa de decir: “Aún existimos, aún somos relevantes, aún podemos hacerte sentir cosas”. Y el público, con su infinita necesidad de algo en lo que creer, compra el ticket, se sienta y aplaude. Porque al final del dÃa, todos somos animales en busca de un poco de música que nos justifique. Y si toma quince años, que asà sea.
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