Las Migajas que Hieren y el Hambre que las Recibe
Por Dra. Íntima "La Consejera" Piel
"El dolor no está en la migaja, sino en el hambre que nos lleva a buscarla."
El lenguaje, como la piel, puede ser una fuente de caricias o de heridas. En el discurso popular, ha surgido un término con una apariencia de sabiduría, pero con una función profundamente misógina: "migajera del amor". Se usa para señalar a la persona, casi siempre una mujer, que acepta afecto, tiempo o atención en pequeñas dosis, como si se tratara de migajas de pan. Es una crítica que juzga la respuesta de la víctima, no la acción del perpetrador. Es una palabra que, con una supuesta empatía, invisibiliza un mecanismo de control tan viejo como el miedo.Para entender el fenómeno de "recibir migajas", no debemos observar a la persona que las acepta, sino a la dinámica que las ofrece. Un manipulador no priva por completo de afecto, sino que lo dosifica de manera estratégica. Crea una carencia, genera una sequía emocional, y luego ofrece pequeños gestos de cariño. Estos gestos, aunque insignificantes en sí mismos, se convierten en un oasis después de un largo desierto. La víctima no está mendigando; está sobreviviendo. Su cerebro, ansioso por la dopamina que alguna vez conoció, se aferra a cualquier señal de conexión, confundiendo la intermitencia con un amor verdadero.
El término "migajera" ignora por completo el ciclo de la violencia: el patrón de tensión, agresión, arrepentimiento y la "fase de luna de miel". En esta última, el agresor vuelve a ser encantador, generoso, y el amor parece posible de nuevo. Es en este momento cuando las "migajas" se convierten en un banquete. Pero no es amor, es una forma de control. El miedo a que el agresor se vuelva frío o cruel de nuevo obliga a la víctima a aferrarse a esos pequeños momentos de afecto, a tolerar el maltrato a cambio de la promesa de un amor que solo existe en su memoria y en las migajas.
La responsabilidad del abuso no recae en la persona que sufre el hambre emocional, sino en quien se la causa. Acusar a una persona de "ser migajera" es un acto de violencia psicológica que la revictimiza. El problema no es que ella reciba migajas, sino que él solo se las dé. En la consulta, no juzgamos a la persona que busca el afecto, sino que la ayudamos a sanar la herida que la lleva a buscarlo. Porque al final, el dolor no está en la migaja, sino en el hambre que nos lleva a buscarla. Y esa hambre solo se cura con sanación, no con juicios.
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