La Retórica del Jaque:

 

La Estrategia en el Tablero Geopolítico

Por El Príncipe de la Sombra

"La victoria no siempre se consigue con la fuerza, sino con la astucia para hacer que el oponente se enfrente a su propia contradicción."

En el complejo ajedrez de la geopolítica, cada declaración pública de un líder es un movimiento calculado, una pieza que se desplaza con una intención específica. La reciente afirmación de Claudia Sheinbaum, la nueva pieza en este tablero, no fue una simple pregunta retórica; fue un jaque diplomático al corazón de la doctrina estadounidense. Su cuestionamiento, "¿Cómo explican que no negocian con terroristas?", a raíz del caso de "El Mayo" Zambada, es un golpe maestro que expone la profunda contradicción entre la narrativa oficial de la "guerra contra las drogas" y la cruda realidad del poder y la supervivencia.

Para entender la potencia de esta jugada, debemos desglosar la pieza más crucial: la palabra "terroristas". En la doctrina de Washington, el terrorismo no es solo un crimen; es una línea roja innegociable, un concepto que justifica intervenciones, operaciones encubiertas y el despliegue de todo el aparato de seguridad nacional. La narrativa del 11-S elevó el término a un dogma sagrado. Al aplicarlo a los cárteles mexicanos, Sheinbaum fuerza a la administración estadounidense a un dilema existencial. Si aceptan la premisa, admiten haber negociado con un "terrorista," lo que socava su propia política de décadas. Si la niegan, deben argumentar que un capo de la talla de Ismael "El Mayo" Zambada, responsable de una vasta red de violencia y destrucción transnacional, no califica como tal, debilitando así su propia retórica de seguridad global.

El caso de "El Mayo" Zambada es el tablero perfecto para esta partida. Las negociaciones de facto entre los cárteles y agencias como la DEA no son un mito, sino un mecanismo de poder en la sombra. Se manifiestan como un "pacto de caballeros" no escrito: información sobre rivales a cambio de la "visión ciega" en ciertos territorios, la entrega de subalternos para mantener la paz o el flujo de información a cambio de mantener un status quo. Mientras Estados Unidos persigue a los líderes de los cárteles con todo su arsenal, las negociaciones de facto han sido una constante, ya sea a través de informantes o la cooperación de bajo nivel. Sheinbaum, con su declaración, no solo señala esta hipocresía, sino que también establece un precedente para su propia presidencia: la voluntad de desafiar narrativas externas y de afirmar la soberanía en la toma de decisiones.

Ahora, la pregunta en el tablero es la contra-jugada de Washington. ¿Optarán por el silencio, esperando que el comentario se disipe? Esto se leería como una admisión implícita de la verdad, una señal de que la pregunta golpeó un nervio sensible. ¿O responderán con una condena pública, acusando a la líder mexicana de trivializar el terrorismo? Esto podría escalar la tensión diplomática. La jugada más probable, y la más astuta, sería un ajuste silencioso de su estrategia, un reconocimiento de que el juego ha cambiado y que la narrativa debe ser redefinida. La victoria no siempre se consigue con la fuerza, sino con la astucia para hacer que el oponente se enfrente a su propia contradicción.

Al final, este es un juego donde las vidas humanas son las piezas más valiosas. Las víctimas de la guerra contra las drogas, los desplazados, las familias destrozadas... son la moneda de cambio en un tablero donde los líderes mueven sus piezas con declaraciones calculadas. Sheinbaum puso un espejo frente a la política de EE.UU. Y en ese reflejo, no solo vemos la contradicción de un dogma, sino también el costo moral de un juego que se disfraza de misión sagrada. En este ajedrez de muerte, ¿quiénes son los peones y quiénes son los reyes?

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