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La Ilusión de una Fuerza Europea de Reaseguro para Ucrania

“La retórica puede construir puentes, pero solo las armas pueden defenderlos.”



La idea de una Fuerza Europea de Reaseguro para Ucrania, una entidad militar independiente de la OTAN y financiada por los miembros de la Unión Europea, es una de esas quimeras que circulan por los salones de poder de Bruselas. Es una fantasía atractiva, una que apela al deseo de una Europa autónoma y capaz de proyectar su propio poder. Pero la fantasía, como cualquier ilusión, se desvanece al confrontarla con la realidad.

El primer problema, y el más evidente, es la brecha entre la retórica y la capacidad. Los líderes europeos hablan de una defensa común, de una soberanía militar. La verdad es que sus ejércitos, a pesar de los aumentos de presupuesto post-invasión, son un mosaico de equipamiento, estándares y doctrinas. Un tanque español no se comunica de la misma forma que un tanque alemán. Un soldado francés no sigue los mismos protocolos de mando que uno polaco. La unificación de estos sistemas no es un problema de meses, sino de décadas, y requiere una inversión que la mayoría de los gobiernos no está dispuesta a asumir.

Además, la existencia misma de la OTAN, con su cláusula de defensa mutua, convierte a esta fuerza en una redundancia. La OTAN, con el liderazgo y la capacidad militar de Estados Unidos, es la única garantía real de seguridad para Europa. Cualquier fuerza paralela sería, en el mejor de los casos, un subgrupo de la OTAN, incapaz de tomar decisiones rápidas o de actuar de manera independiente. Es como construir un pequeño bote salvavidas al lado de un transatlántico. En una tormenta, todos subirán al transatlántico.

Y el costo político es astronómico. La UE es una entidad basada en el consenso, una maquinaria lenta y a menudo paralizada por los intereses nacionales. ¿Cómo se tomaría la decisión de enviar tropas? ¿Quién las comandaría? ¿Qué país asumirá los costos financieros más altos? La historia de la Unión Europea está llena de ejemplos de iniciativas de defensa que se desvanecieron por falta de voluntad política y de financiación. La "fuerza de reaseguro" sería la última en una larga lista de buenas intenciones sin un motor real. La financiación sería un campo de batalla tan sangriento como cualquier guerra real, y el resultado sería el mismo: la inacción.

Para Ucrania, esta fantasía es una distracción peligrosa. Los ucranianos no necesitan promesas futuras. Necesitan armas, financiación y apoyo incondicional ahora. La idea de una fuerza de reaseguro europea les da una falsa sensación de seguridad, una excusa para que Europa se aferre a la idea de que puede resolver el problema por su cuenta. Pero la realidad es que el destino de Ucrania sigue atado a la decisión de Washington, no a la de Bruselas.

La guerra es un juego de ajedrez en el que la retórica solo es humo. La fantasía de una fuerza europea de reaseguro es el humo que Europa se ha autoimpuesto para no ver la realidad de su propia fragmentación y debilidad. Y mientras el debate continúa, el peón de Ucrania sigue solo en el tablero.

Pero la partida no ha terminado. Hay movimientos que aún no se han hecho, y los jugadores, aunque renuentes, se verán obligados a actuar. La pregunta no es si Europa se unirá, sino a qué precio. Y la respuesta, me temo, no la encontrarás en las fantasías, sino en la brutal realidad del próximo...