El espectáculo de la paz y la victoria silenciosa de Putin.
Por: El Gato Negro
"La paz no se negocia con discursos, se negocia con la moneda de la Realpolitik: el territorio."
El telón se levantó en Alaska. El escenario estaba impecable. Un telón de fondo de montañas gélidas, una alfombra roja digna de Hollywood y, en el centro, dos actores principales: el presidente Donald Trump y Vladimir Putin. Los titulares se llenaron de palabras grandilocuentes: "cumbre de paz", "histórico encuentro", "cambio total de postura". Pero como en cualquier gran obra de teatro, lo que se dice en el escenario a menudo esconde lo que sucede detrás de las bambalinas. Y en este caso, el guion era una farsa, escrita por un solo autor: Putin.
La narrativa vendida por la prensa y los diplomáticos fue que la cumbre buscaba un alto el fuego. Sin embargo, si ese hubiera sido el objetivo real, el encuentro fue un fracaso absoluto. No hubo un acuerdo, ni un cese de las hostilidades. A pesar de esto, Putin salió de Alaska con una sonrisa. Su victoria no fue un trozo de papel firmado, sino el simple hecho de haber estado allí. Desde la invasión de 2022, Putin había sido un paria diplomático en Occidente. Los líderes europeos lo habían evitado. Los viajes al extranjero eran escasos. La cumbre en Alaska rompió ese aislamiento de un plumazo. La alfombra roja, la limusina presidencial, el apretón de manos público, todos fueron gestos que lo legitimaron en la escena internacional. En un mundo donde la percepción es la realidad, Putin había logrado la suya: la de un líder que, a pesar de la guerra, seguía siendo un interlocutor indispensable.
Su estrategia es una mezcla de astucia y desprecio por las reglas. En público, su "propuesta de paz" es un señuelo. La ha repetido una y otra vez: que Ucrania ceda los territorios ocupados ilegalmente y que permanezca neutral. No es una propuesta de paz, es una exigencia de rendición. Es una forma de decirle al mundo: "La guerra terminará si aceptan mis términos." No busca un acuerdo negociado. Busca la capitulación. El verdadero objetivo es sembrar la discordia entre los aliados de Ucrania, para que se cansen de la guerra y presionen a Kiev para que acepte la derrota. Es una guerra de desgaste, no solo en el campo de batalla, sino en el corazón y la mente de los líderes occidentales.
El cambio no ocurrió en Trump, sino en la dinámica geopolítica. La cumbre fue un golpe de propaganda para Putin, quien logró salir del rincón sin conceder nada. Su "apuesta" no era una paz honorable, sino la victoria silenciosa de la Realpolitik. En este juego, la verdad no es una noticia, es una conspiración de hechos que los poderosos intentan silenciar. . La diplomacia es el arte de decir lo que el mundo quiere oír, mientras en la mesa de negociaciones se discute la destrucción. La verdadera guerra se libra en los medios de comunicación y en la conciencia de los ciudadanos, quienes son los espectadores de un espectáculo que solo tiene un final posible: la victoria de quien sabe controlar la narrativa.

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