Las Venas Abiertas bajo el Bloqueo
Por El Proletario Felino
"La resistencia no es un acto político, sino una elección diaria, una afirmación de la humanidad frente a un sistema que busca negársela."
Gaza no es solo una franja de tierra. Es una herida abierta, una cicatriz en el mapa del mundo que ha sangrado durante décadas, una prisión a cielo abierto que se ha convertido en el epítome de una tragedia humana que el mundo, por alguna razón, ha decidido normalizar. Para entender el presente, no basta con leer los titulares de hoy; hay que sentir el peso de una historia que ha sido escrita con polvo, escombros y la persistente, casi obstinada, dignidad de un pueblo. En cada rincón de sus calles, en la mirada de cada niño, se esconde la crónica poética de un dolor que ha sido ignorado, una injusticia sistémica que se ha vuelto tan cotidiana como el amanecer y tan ineludible como la sombra.
Desde el bloqueo impuesto, la vida en Gaza se ha transformado en un acto de resistencia silenciosa. No se trata solo de la falta crónica de electricidad que sume a sus noches en una oscuridad casi total, ni de la escasez de agua potable que obliga a sus habitantes a depender de fuentes contaminadas, ni siquiera de la falta de medicinas que convierte una simple enfermedad en una sentencia. Es, en esencia, una erosión gradual de la esperanza, un asfixiante cerco que convierte cada día en una batalla por la mera supervivencia. Las cifras y estadísticas, que a menudo deshumanizan la tragedia al convertirla en un frío informe, aquí cobran vida en los rostros de quienes no tienen a dónde ir, atrapados entre el mar y una frontera impenetrable. Es la historia del estudiante que no puede viajar al exterior para continuar sus estudios, del agricultor que ve su tierra arrasada y sus cultivos destruidos, o del padre que se enfrenta al dilema imposible de cómo alimentar a su familia cuando no hay trabajo ni recursos. Son las "venas abiertas" del sistema, que nos muestran cómo la geopolítica, los intereses de poder y el olvido internacional se manifiestan de manera tan brutal y desproporcionada en la miseria de los más vulnerables.
El aire en Gaza es denso, cargado con el recuerdo de explosiones pasadas y el miedo a las futuras. Pero también está lleno de la tenacidad de su gente. En medio de los escombros, emerge una comunidad de artistas que, con pinceles y latas de aerosol, pintan murales llenos de vida en los muros de las ruinas. Son los médicos que operan con recursos limitados, con el sonido de los drones como banda sonora constante. Son los maestros que, a pesar de la infraestructura dañada y la falta de libros, siguen enseñando a sus alumnos a leer y a soñar. Su resistencia no es un acto político grandilocuente, no es un discurso en un podio o una declaración de guerra; es una elección diaria, una afirmación de su humanidad frente a un sistema que busca negársela. Es la resistencia de quien se aferra a la vida, a la memoria y a la esperanza, negándose a ser reducido a un mero número, a una nota a pie de página en la historia de las tensiones internacionales.
El bloqueo ha creado una prisión a cielo abierto, donde la población civil, en su abrumadora mayoría, es rehén de una crisis de la que no es responsable. Y mientras el mundo debate, analiza y emite comunicados, la vida continúa con una brutal normalidad. La injusticia se ha arraigado en la estructura misma de la sociedad, afectando el acceso a la educación de miles de jóvenes, limitando la atención sanitaria a una mínima expresión y negando la simple movilidad. La falta de un futuro prometedor ha forzado a una generación a crecer en un estado de desesperanza, con el horizonte marcado por muros y alambre de púas. Sin embargo, en medio de todo esto, persiste una fuerza inquebrantable, una crónica de dignidad que se resiste a ser borrada por la maquinaria de la opresión. Es la poética del sufrimiento, que nos obliga a mirar el conflicto no como un problema lejano, sino como una tragedia humana universal que merece nuestra atención, nuestra empatía y nuestra acción. Es la historia de un pueblo que se niega a desaparecer, que sigue viviendo y amando y soñando, a pesar de que el mundo parece haberlos olvidado.

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