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El mapa de las palabras:

 Un escudo contra las sombras.

Por Dra. Mente Felina

"El silencio es un cómplice que debemos desterrar de nuestras vidas."




Hay un territorio en el alma de un niño que es sagrado y vulnerable, un jardín secreto donde la luz entra sin permiso y la oscuridad se esconde. Es ahí donde la vulnerabilidad se convierte en una herida que no siempre sangra, pero que deja una marca invisible. El silencio es un cómplice que debemos desterrar de nuestras vidas, una pared fría que construimos por miedo, cuando la única herramienta que tenemos es la palabra. La palabra, ese artefacto antiguo y poderoso, que nos permite nombrar lo innombrable, que traza el mapa de la conciencia y que, en su uso más puro, se convierte en un acto de amor y protección.

Un niño no es un lienzo en blanco; es un alma con sus propias texturas y matices. La conversación no debe ser un interrogatorio, sino un acto de amor y confianza. En el centro de esta conversación no hay un monstruo, hay una verdad. Hablar del abuso no es un acto de alarma, sino de empoderamiento. Es darles a los niños las palabras que necesitan, un lenguaje que les pertenezca, un faro que ilumine la oscuridad. En su vasta experiencia, se ha comprobado que el lenguaje es la armadura más resistente que podemos forjar para la psique de un niño. Es en el hogar, en la quietud de una tarde de lectura o en el caos de la cena, donde se siembran las primeras semillas de conciencia.

Un niño empoderado con palabras es un niño protegido. A menudo, por pudor o por incomodidad, usamos eufemismos para hablar de las partes del cuerpo y la intimidad. Es un error. La psiquiatra Anna Freud decía que el lenguaje es un mapa de nuestra conciencia. Si el mapa está en blanco, el niño no puede navegar en él. Es necesario nombrar las cosas con su nombre, sin vergüenza ni rodeos. No se trata de un manual de anatomía, sino de un manual de respeto. Enseñarle a un niño que su cuerpo es suyo, que nadie puede tocarlo sin su permiso, que su voz tiene el poder de decir "no". Es un mensaje que debe ser constante y claro, una melodía que resuene en su conciencia. No solo se trata de las partes del cuerpo, sino de las emociones. Es validar sus sentimientos: "Si algo te hace sentir incómodo, triste o asustado, eso es una señal para que me lo digas". La verdad, aunque dolorosa, es la única herramienta para proteger.

La vulnerabilidad no es debilidad, es el punto de partida para construir un escudo. El miedo de los padres a enfrentar estos temas es un reflejo de su propio dolor, una herida que no sana. Pero la sanación, como la prevención, comienza con la honestidad. La Dra. Íntima "La Consejera" Piel, en un análisis reciente, señaló que la mayoría de los casos de abuso ocurren en entornos cercanos, por personas de confianza. Es por eso que la conversación debe ir más allá de los extraños, y enfocarse en la construcción de una red de seguridad emocional donde el niño sepa que puede hablar, sin miedo a ser juzgado. La conversación es el primer acto de amor y protección.

Para lograrlo, se propone un mapa de acciones concretas. Primero, establecer las "Reglas del Cuerpo": "Nadie puede tocarte de forma que te haga sentir mal, y tú no puedes tocar a nadie así". Segundo, usar el vocabulario correcto. La palabra "pene" o "vagina" no tiene por qué ser tabú. El pudor es un constructo social que no protege. Tercero, el juego de roles. Puedes preguntar: "Si un adulto te dice que guardes un secreto sobre algo que te hace sentir mal, ¿qué harías?". La respuesta debe ser simple y directa: "Le diría a mamá o a papá". Y cuarto, y más importante, crear un ambiente de confianza inquebrantable. Un niño que confía en sus padres sabrá que no será castigado o reprendido por hablar. La confianza se nutre con el tiempo, con la validación de sus miedos y con la seguridad de que su bienestar es la prioridad.

Este no es un tema de alarmas, sino de conciencia. No se trata de sembrar miedo, sino de plantar semillas de seguridad. El dolor se cura con la verdad. Y la verdad, a veces dolorosa, es la única herramienta para proteger. Nuestras palabras pueden ser el faro que ilumine la oscuridad. Un acto tan simple como una conversación puede salvar un alma. Y en la intimidad de un cuarto, en el silencio de la noche, el eco de nuestra voz se convierte en el guardián de la inocencia. Porque al final del día, el mapa de las palabras es un mapa de amor, y el amor es el escudo más fuerte que un alma puede tener.