💔 La Gran Fuga: La Promiscuidad Emocional como Defensa Absoluta
La Promiscuidad Emocional no es una condición de deseo irrefrenable; es una estrategia de gestión del dolor. Defino este fenómeno como el intento fallido de encontrar profundidad a través de la amplitud. Es la falsa creencia de que coleccionar conexiones íntimas (amistades intensas, flirteos constantes, aperturas rápidas) equivale a una vida emocional rica. En realidad, es el exacto opuesto: es la dilución programada del significado hasta que ninguna conexión representa una amenaza existencial. La verdadera crisis no es la de la pasión, sino la de la permanencia. El yo, aterrorizado de la responsabilidad y el duelo que conlleva el verdadero apego, se vuelve un vagabundo afectivo.
La paradoja de la intimidad reside en que mientras más personas tienes "cerca", más solo estás. El colapso de la lógica ocurre aquí: la promesa de la conexión es la promesa de la vulnerabilidad total, de que tu Yo (el frágil y verdadero) será expuesto al riesgo de ser herido por una sola fuente. El promiscuo emocional no está disfrutando de la variedad; está activamente evitando el coste. La mente, entrenada en la inmediatez digital, busca la dopamina de la novedad superficial en lugar de la conexión segura. Esto convierte el corazón en una bolsa de valores volátil: si una acción cae (una persona se va), la cartera sigue "segura". La Promiscuidad Emocional es la teoría económica del riesgo cero aplicada a la vida afectiva.
El Clímax de la tragedia no está en la ruptura, sino en la incapacidad de recordar la diferencia entre el encuentro real y el simulacro. El Renacimiento ocurre cuando el sujeto se da cuenta de que la verdadera soledad no es estar sin gente, sino estar rodeado de gente que conoce solo las primeras capas de su existencia. La única forma de salir de esta trampa es a través de un acto de disciplina: elegir el dolor de la exclusividad emocional. Esto significa aceptar que la verdadera riqueza no está en las múltiples aperturas, sino en la profundidad alcanzada con un solo testigo. Este es el punto de inflexión donde la verdad nos obliga a dejar de usar a otros como anestesia contra el miedo a ser insuficientes.
La Promiscuidad Emocional no es un defecto moral; es una patología cultural que el mundo digital ha codificado. Al vender la disponibilidad perpetua, se ha devaluado la rareza del vínculo incondicional. La única respuesta real del Ser es el ascetismo emocional: elegir la escasez como una forma de resistencia. La máquina (el sistema de citas, las redes sociales) continuará promoviendo la amplitud, pues devalúa el valor de la persona.
La máquina, que promueve la oferta infinita de conexión, hará que la fidelidad emocional se convierta en la única mercancía no transable en el futuro. Quien tenga una conexión única, tendrá el último gran tesoro que el sistema no puede replicar.
Si tu corazón es un aeropuerto con tráfico constante... ¿alguna vez tiene tiempo para que un solo avión aterrice y se quede?

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