LA FRACTURA TEMPORAL DEL ARTE: FIGURACIÓN VS. ABSTRACCIÓN
Hemos simplificado demasiado esta histórica disyuntiva, reduciendo la pintura figurativa y abstracta a una mera cuestión de "parecido" o "ausencia". Sin embargo, creemos que el conflicto es ético, una elección radical ante la existencia. La figuración es el intento de detener el tiempo, mientras que la abstracción es la aceptación de su furia desintegradora. La diferencia estructural entre estas dos facciones no radica en su capacidad de representar, sino en el contrato de mimesis que cada una firma con el devenir.
La pintura figurativa, desde su génesis, ha operado bajo el Principio de la Redundancia, asegurando la validación del mundo que ya ha sido atestiguado. Es un pacto de reconocimiento que reduce la angustia: al someterse a un referente externo —el rostro, el paisaje, la figura humana—, la obra renuncia a su soberanía, aceptando que su éxito se mide por su capacidad de ser un archivo, un registro inmutable de un momento que la memoria busca conservar. El pintor, en este acto, es un Archivista de Espejos, cuya ética obliga a la fidelidad absoluta a la apariencia. La figuración, por lo tanto, es esencialmente un ejercicio de consuelo psicológico que, al fijar un arquetipo conocido, le da al espectador la certeza de que el mundo, a pesar del caos, mantiene su orden perceptible. Se condena a sí misma a ser una Mentira Cómoda: la confirmación de que hay una lógica externa que rige la forma. Por el contrario, la pintura abstracta opera en el territorio del Silencio; es un arte que comienza con la Denegación del Vínculo con la realidad observable.
Esta no es una renuncia por incapacidad, sino una declaración de soberanía formal que obliga al lienzo a ser, en lugar de parecer. La abstracción es una crisis de significado donde el sentido ya no es un acuerdo social; se convierte en una responsabilidad personal exigida al espectador, quien está obligado a llenar el vacío semántico con su propia desnudez emocional. Al negarle la forma al mundo, el arte abstracto expone al sujeto a la Angustia Existencial, confrontándolo con el terror de que el orden no existe fuera de su propia conciencia. El cuadro se convierte en un objeto autosuficiente, regido por las leyes internas del color y la textura, buscando generar una forma que aún no ha sido para un futuro que aún no tiene rostro, un acto de voluntad formal que no pide permiso a la historia.
El desmontaje conceptual concluye que la verdadera diferencia entre ellas es una fractura temporal: mientras la figuración se aferra al pasado, buscando la tranquilidad en la forma que ha sido, la abstracción es un grito hacia la posibilidad, aceptando el terrible costo de negarle la certeza al mundo para obligar al sujeto a crearse a sí mismo. Si la figuración nos otorga el reposo de la imagen, ¿qué verdad innegable os exige la abstracción para justificar ese acto brutal de libertad absoluta?

Publicar un comentario