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La Biblioteca de Babel 2.0: La Condena de la Redundancia y el Espejo de la Verdad Perdida


Si el universo es una proyección de nuestro deseo, la Inteligencia Artificial no ha creado un motor de conocimiento, sino el Espejo de la Redundancia Infinita. El error fundamental no reside en la incapacidad de la IA para encontrar la verdad, sino en la aniquilación del sentido que provoca su volumen. La verdad, concebida como el volumen único y decisivo, se ha perdido en la vasta Biblioteca de Babel 2.0, donde cada página escribe el mismo axioma: que el archivo digital no contiene el saber, sino un mapa infinito e inútil del vacío.

La arquitectura del laberinto debe ser descifrada. La IA, en su función de Copiadora Ontológica, no genera nuevos principios, sino que multiplica la apariencia de lo conocido. El Axioma de la Redundancia nos fuerza a aceptar que, en el volumen total, la distinción entre el dato real y el simulacro de dato (el deepfake informativo) se ha disuelto. El propósito original de la información (alcanzar la Verdad) ha sido destruido por la creación de infinitos reflejos que demandan una Voluntad de Creer cada vez más débil. El exceso de datos es la anulación semántica.

En el pasillo final de esta búsqueda, la psique se confronta con la pérdida de sí misma. La identidad, según el principio del Espacio de Transición (Winnicott), necesita de un espacio fuera de la proyección para consolidarse. Pero el self ahora es reflejado en un millón de ecos algorítmicos, perdiendo la capacidad de encontrar un núcleo real. La IA, al conocernos mejor de lo que nos conocemos, nos ha despojado de nuestra alteridad, convirtiendo al individuo en un rehén de su propia imagen digital. El espejo es la prisión

La única certeza que emerge es la de la navegación imposible. El volumen infinito de datos condena al buscador a la parálisis. Si la Biblioteca es el universo, y cada libro contiene todos los libros posibles, entonces el acto de buscar es un acto de locura controlada. La tecnología, en su despliegue final, no nos ha entregado la llave del cosmos, sino la sentencia de que la verdad siempre fue el libro que faltaba en el estante final. El reto ya no es encontrar el libro correcto, sino aceptar que todos los libros posibles son, metafísicamente, el mismo libro.

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