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👑 El Cetro de la Disciplina: La Corona, el Maltrato y la Tiranía del Espectáculo


La frase "La corona no debe costar la dignidad" no es un eslogan, es una sentencia de habeas corpus para el alma en el circo moderno. El maltrato reportado hacia la concursante de México por un directivo de Miss Universo no es un error humano aislado; es la manifestación visible y violenta de un sistema que está diseñado para destruir la dignidad antes de otorgar el cetro.

Si miramos esto a través del prisma de Foucault, el concurso de belleza es un Panóptico perfecto. Las concursantes se someten voluntariamente a un régimen de disciplina corporal total: dietas estrictas, horarios inhumanos, la modulación constante de la voz, la postura y, crucialmente, las emociones. El maltrato verbal o emocional de un directivo no es más que la micro-física del poder actuando. El directivo, como el vigilante del Panóptico, solo necesita recordarles que están siendo observadas, que son deficientes, y que deben ser lo que el espectáculo exige, no lo que ellas son.

Psicológicamente, esta dinámica es la tiranía de los "deberías" descrita por Horney. La concursante busca la corona, el símbolo externo de la validación absoluta, como una forma de alcanzar una "imagen idealizada" que compense una sensación subyacente de insuficiencia.

El maltrato golpea con tal fuerza porque reafirma el miedo central: "No eres lo suficientemente buena." El directivo no solo las maltrata; las castiga por la inevitable imperfección. La corona, en este contexto, no es el premio final, sino la condición para recuperar una autoestima que el propio sistema les ha robado. Es una trampa neurótica.

El repudio generalizado que sigue a estas revelaciones es, en esencia, un grito colectivo por el derecho a la dignidad. Es una defensa del "cuarto propio" que Virginia Woolf defendía: un espacio interior donde la identidad es soberana y no está sujeta al juicio del mercado o del espectáculo.

Cuando la concursante es maltratada, la audiencia ve la dignidad siendo violada en público. El maltrato es el precio que el sistema cobra por el espectáculo. La corona cuesta la individualidad, la autonomía y, como hemos visto, la salud mental.

La corona es efímera, el recuerdo del maltrato es permanente. El acto más grande de empoderamiento, nos diría Oprah, no es ganar la competencia, sino afirmar tu valor incondicionalmente, incluso cuando te quitan el micrófono y la tiara. La verdadera reina es la que, incluso en el dolor, se levanta y exige que su self no sea negociable.

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