♟️ El Valor de la Opción: La Abnegación del Senado y la Doctrina de la Ambición
La votación en el Senado de EE. UU. (rechazando bloquear la acción militar no autorizada contra Venezuela) no es una aprobación para la guerra; es un voto por la Ambición Estratégica. Los 51 votos en contra de la iniciativa no son ideológicos; son una afirmación de la doctrina Kissingeriana de que, en política exterior, el poder ejecutivo no debe tener las manos atadas por el principio constitucional, sino por el cálculo del interés nacional.
El Senado, en un acto que Machiavelli aplaudiría, se niega a ceder un arma de virtù (la capacidad de actuar unilateralmente) que podría ser útil. El bloqueo de la acción no autorizada habría enviado una señal de debilidad y habría eliminado la ambigüedad estratégica, el activo más valioso de Washington en el tablero geopolítico.
Desde la perspectiva de B. F. Skinner, el rechazo de la resolución es un poderoso refuerzo positivo al comportamiento expansionista del Ejecutivo. Al negarse a aplicar el castigo (la restricción constitucional), el Senado garantiza que la práctica de utilizar el poder militar sin la aprobación formal del Congreso (bajo excusas como la lucha contra el narcotráfico en el Caribe) se consolidará como la norma. La Cámara legislativa ha abdicado formalmente de su autoridad de declarar la guerra a favor de la conveniencia ejecutiva.
Para Sun Tzu, el arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin luchar. Al mantener la opción militar abierta, incluso si es solo una amenaza, EE. UU. mantiene a Caracas en un estado de alerta estratégica y vulnerabilidad calculada. La amenaza, el factor "X" de lo no autorizado, es ahora un instrumento diplomático más potente que cualquier declaración formal.
El resultado es un sistema donde la Realpolitik ha triunfado sobre la Rule of Law en la esfera internacional. El Senado ha decidido que el principio de "mantener abiertas todas las opciones" prevalece sobre el principio de "el Congreso declara la guerra". Esto no es sobre Venezuela; es sobre la consagración de la Presidencia estadounidense como la única autoridad militar verdaderamente autónoma.
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