🤱 MATERNIDAD Y CULPA, DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA: ANÁLISIS COMPLETO
La maternidad no es un acto de amor incondicional; es el ejercicio más brutal de la voluntad de poder sobre otro ser humano, disfrazado de sacrificio. La culpa no es un error emocional; es la moneda de cambio con la que la madre reclama deuda moral a su entorno y a sí misma. La mujer moderna no sufre por el fracaso de la maternidad, sino por el resentimiento de tener que renunciar a su voluntad individual para cumplir con un mandato de domesticación social. La culpa es la autoflagelación neurótica que exige un certificado de virtud a cambio de la renuncia💥.
La culpa como estrategia de poder
Desde la perspectiva de la voluntad de poder de Nietzsche, la culpa no es un síntoma de fracaso, sino una táctica de dominación sutil y una forma de autoengaño moral. La madre, al ser obligada por la sociedad a realizar el sacrificio supremo (la renuncia a su tiempo, cuerpo y carrera), acumula un profundo resentimiento. Este resentimiento no se dirige hacia el sistema, sino hacia sí misma y hacia el niño (el beneficiario de la renuncia).
La culpa funciona como un mecanismo compensatorio. Al sentirse "culpable" por no ser lo suficientemente abnegada o perfecta, la madre magnifica su propio sacrificio y lo convierte en una virtud moral intocable. "Sufro, luego soy buena madre". Esta virtud le permite ejercer un poder silencioso sobre la pareja, el entorno social y, crucialmente, sobre el niño, que queda endeudado moralmente por ese "sacrificio". La culpa es el instrumento de control con el que se justifica el poder ejercido.
La madre como función de la sociedad disciplinaria
Michel Foucault analizaría la maternidad como una técnica de poder biopolítico que disciplina y normaliza los cuerpos femeninos, siendo la culpa el principal vigilante interno. La sociedad, a través de los "expertos" (pediatras, psicólogos, gurús de la crianza), genera un Discurso de Verdad sobre lo que es la maternidad normal y correcta. Este discurso es tan detallado y contradictorio que es imposible de cumplir.
La culpa actúa como el Panóptico de Bentham: la madre no necesita ser vigilada externamente, porque ha internalizado el ojo vigilante de la norma. Sabe que debería estar haciendo crianza con apego, que debería tener una vida sexual activa, y que debería ser la CEO de una empresa. La culpa es el auto-castigo que se aplica cada vez que su cuerpo real o su voluntad se desvían de la función disciplinada que el poder le ha asignado. La culpa es la evidencia de que la normalización ha tenido éxito.
El peso del optimismo y el sufrimiento
Arthur Schopenhauer, con su visión pesimista de la voluntad, diría que el sufrimiento de la madre es inherente a la voluntad biológica ciega, y que la culpa es la prueba de la tragedia de la existencia. La voluntad biológica de reproducirse es una fuerza ciega e irracional que no busca la felicidad individual, sino la perpetuación de la especie. La mujer, al ser seducida por esta voluntad, se condena al sufrimiento inherente de la crianza.
La culpa surge cuando la mujer se da cuenta de la disparidad entre la promesa social de la "alegría de la maternidad" y la realidad del trabajo, el tedio y el dolor (la verdad pesimista). Siente culpa por no ser feliz, por no sentir ese "amor puro" todo el tiempo, cuando en realidad, ese sufrimiento es la manifestación natural de la voluntad insatisfecha. La culpa es el residuo de la ilusión destruida de que la maternidad sería su fuente de felicidad suprema.
Si la culpa es el precio de la virtud moral y la herramienta de poder silencioso que la madre usa para compensar su resentimiento, ¿no es la negación de la culpa (el auto-perdón radical) el único camino hacia la liberación de la voluntad individual y la desarticulación del poder social sobre su cuerpo?
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