La Urna Vacía: Por Qué el Voto Femenino Fue un Umbral de Plástico
La conmemoración de los 72 años del voto femenino en México nos obliga a un ejercicio de honestidad brutal. Este hito no debe ser celebrado como la meta, sino analizado como el punto de inicio de una decepción sistémica: el Síndrome del Umbral de Plástico. Esta patología establece que la victoria en la esfera legal y pública (el voto) fue tan simbólicamente poderosa que anuló el impulso necesario para conquistar la esfera real y privada (la economía, el hogar, el poder decisorio).
El derecho al voto fue la victoria más fácil, el "umbral de plástico" que el sistema permitió cruzar. Esta conquista, visible y medible, permitió al Estado mexicano—y a la sociedad en general—declarar "igualdad lograda", desviando la atención de la verdadera lucha: la desigualdad estructural. El valor del voto se vuelve irrelevante cuando la mujer, que es libre de elegir a un presidente, está cautiva por una jornada de trabajo no remunerado que es tres veces superior a la del hombre.
La disciplina de la estrategia se impone con una frialdad estadística: la verdad es que la ley es la cáscara; el núcleo es la economía del cuidado. El sistema solo recompensa la capacidad de participar en el mercado laboral sin interrupciones. El valor de la mujer se encuentra bajo una presión constante para "elegir" entre el desarrollo profesional y la maternidad/cuidado, mientras que el hombre no enfrenta ese dilema estructural. La diferencia salarial (la brecha de género) y la subrepresentación en los puestos de poder se convierten en la prueba irrefutable de que la lucha se mudó de la plaza pública a la cuenta bancaria y a la silla directiva, donde la igualdad es mucho más costosa de legislar.
Si proyectamos esta visión al futuro, la automatización del trabajo intensificará la crisis, ya que el sistema buscará una justificación "eficiente" para mantener los salarios bajos en sectores feminizados. La agenda futura no será sobre cuotas de género, sino sobre la valoración económica obligatoria del trabajo de cuidado a nivel estatal. Esto nos lleva a la pregunta final: si la ley nos ha dado la autoridad para votar, pero la estructura económica nos niega el tiempo y el capital para ejercer ese poder plenamente, ¿hemos avanzado realmente o simplemente hemos cambiado la jaula de barrotes por una de cristal?
La lucha por la igualdad real es la exigencia de que el tiempo y el dinero de las mujeres valgan lo mismo que sus votos.
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