👃 LA PÉRDIDA DE OLFATO ASOCIADA AL COVID-19 PUEDE DURAR AÑOS
El olfato, la química primitiva de la vida, es más que un simple sentido: es un escáner biológico que nos conecta con el recuerdo, el placer y el peligro. Cuando el COVID-19 ataca, lo hace atacando los cimientos de esta conexión. La persistencia de la anosmia (pérdida de olfato) o parosmia (distorsión del olfato) no es un síntoma menor; es una prueba de la lentitud y complejidad de la regeneración neuronal, y la manifestación más íntima y duradera del daño que un virus puede infligir a nuestro sistema nervioso central 💥.
A diferencia de otros virus respiratorios, el SARS-CoV-2 tiene una afinidad específica por las células del sistema olfativo, lo que explica la duración y la severidad de los síntomas.
No es el Olfato, es la Célula de Soporte: El virus rara vez infecta directamente las neuronas olfativas (las responsables de detectar los olores). En cambio, se dirige a las células de soporte que rodean y nutren esas neuronas, ricas en el receptor ACE2 que el virus utiliza como puerta de entrada.
La Muerte por Abandono: Al destruir o dañar las células de soporte, las neuronas olfativas quedan desnutridas e incapaces de funcionar, lo que provoca la anosmia aguda. El problema crónico surge porque estas neuronas deben regenerarse continuamente.
La anosmia y la parosmia post-COVID no son un simple resfriado; son un proceso de reorganización neuronal que puede llevar meses o incluso años.
El Proceso Lento: Las neuronas olfativas son una de las pocas poblaciones neuronales que pueden regenerarse en la edad adulta. Sin embargo, este proceso es extremadamente lento. Las neuronas deben volver a crecer desde la nariz hasta el bulbo olfatorio en el cerebro.
La Parosmia como Desconexión: La parosmia (percibir olores normales como desagradables, por ejemplo, el café huele a carne podrida) es el síntoma más frustrante. Esto ocurre cuando las nuevas neuronas crecen de forma desordenada y se conectan incorrectamente al bulbo olfatorio. El cerebro recibe una señal distorsionada, como si un cable de audio se hubiera conectado a un cable de video.
La anosmia y la parosmia crónicas son devastadoras y a menudo invisibles, afectando profundamente la calidad de vida.
La Pérdida de la Conexión Emocional: El olfato es el único sentido que se conecta directamente al sistema límbico (el centro de las emociones y la memoria). Perder el olfato significa perder el acceso a la memoria olfativa (olores de la infancia, de un ser querido), causando un aislamiento emocional conocido como "hambre sensorial".
El Impacto en la Seguridad: La anosmia crónica también representa un peligro físico, ya que elimina la capacidad de detectar humo, fugas de gas o alimentos en mal estado. El COVID-19 demostró que el cuerpo humano tiene límites en su capacidad de auto-reparación, y que un sentido aparentemente simple puede tardar años en recuperar su compleja funcionalidad.

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