La Alquimia del Escándalo: La Vida de Colette como Materia Prima Obligatoria.
La fascinación por Colette (Sidonie-Gabrielle Colette) reside en la Falla Estructural que expuso entre la vida privada y la moralidad pública de la Belle Époque. Su existencia no fue una serie de escándalos casuales, sino una escritura forzada que utilizaba su propio cuerpo y sus relaciones como la única tinta auténtica posible. El escándalo era su materia prima obligatoria.
La verdadera sentencia que la sociedad francesa intentó imponerle fue la sumisión matrimonial a la figura de Willy (Henry Gauthier-Villars), el escritor explotador que firmó su genio inicial (Claudine). Colette transformó esta explotación en una Tesis de Fricción Cognitiva: si el sistema patriarcal usa el matrimonio y el silencio para controlar la sexualidad femenina, ella usaría el Music Hall, la bisexualidad en público y el incesto invertido como una declaración de guerra.
La transgresión central —tomar como amante a su hijastro, Bertrand de Jouvenel, de 17 años, cuando ella tenía 40— no es un dato morboso; es la inversión quirúrgica del guion de explotación patriarcal. Ella revirtió la dinámica del hombre mayor que corrompe a la adolescente, obligando a la sociedad a confrontar su doble moral. ¿Por qué el escándalo era mayor cuando lo hacía una mujer?
Su propia conclusión, “El amor fue el pan de mi vida y de mi pluma”, es la clave de la Alquimia del Escándalo. Su obra solo pudo nacer de una vida vivida como un performance transgresor, donde cada acto era una refutación al sistema. Su escritura es, por lo tanto, una Física de la Conciencia aplicada, donde el caos emocional se transforma en prosa de pureza brutal y sensual.
La hipocresía final del sistema quedó grabada en su muerte: la Iglesia católica le negó el funeral "por su escandalosa vida y su ateísmo", pero la República Francesa, incapaz de negarle su genio, le otorgó un funeral de Estado, el primero para una mujer. La moralidad institucional se rindió ante la fuerza implacable de la obra que el escándalo había hecho posible.
Colette demostró que, para algunas almas, la única forma de encontrar el orden narrativo es a través del caos social.
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