LA ELECCIÓN DE LA PARÁLISIS: CÓMO ARGENTINA VOTA ENTRE EL COLAPSO Y EL MIEDO
El apetito de la mente humana por la estabilidad se satisface con el relato del equilibrio de poderes. Esta narrativa establece la base del conflicto, donde el resultado electoral determina el grado de fricción interna. Sin embargo, en el congreso argentino, el concepto de "gobernabilidad" se revela como una fantasía lírica que oculta una patología sistémica: la necesidad del establishment de bloquear toda reforma profunda para garantizar su propia supervivencia. El éxito no es la transformación; es la administración del desgaste. El ciudadano no elige un líder; elige el grado de impotencia que tendrá el poder ejecutivo.
La persecución de una mayoría simple es un error conceptual. El verdadero desafío no reside en los números del quórum, sino en la destrucción del principio de representación. La elección es un acto de terrorismo estructural: cada voto es un arma dirigida a la capacidad del adversario para legislar. La paradoja quiebra la verdad asumida: estas elecciones no buscan soluciones; buscan inhibiciones. La crucialidad reside en que el resultado consolidará un estado de guerra perpetua entre facciones, donde el único objetivo es evitar que el otro tenga la fuerza para actuar. No es una disputa política; es una sentencia de inmovilidad.
El conflicto obliga a una transformación conceptual. La sociedad, atrapada entre la nostalgia de un pasado funcional y la desesperación del presente, se ve obligada a votar contra el miedo, y no a favor de la esperanza. Debe aceptar la transformación existencial de su clase política, que se ha vuelto una casta que no resuelve, sino que administra la catástrofe. La única estrategia que "supera" esta crisis es la que dicta el Inquisidor: la aceptación de que la solución no vendrá de la máquina, sino de un acto radical de voluntad colectiva fuera de ella.
El fin de la república tal como se la conoce no será económico, sino por agotamiento de la voluntad. La proyección indica que la política dejará de ser una disputa de ideas para convertirse en un mecanismo de inercia terminal. En el futuro, la gobernabilidad no será ganada por los votos, sino por modelos predictivos de la renuncia. La lección perenne es que la única elección verdaderamente crucial es aquella donde el ciudadano comprende que el poder legislativo es el espejo de su propia incapacidad para forzar el cambio.
¿Qué haremos como sociedad cuando la democracia nos dé la oportunidad de votar, pero el único resultado posible sea elegir el método de nuestra propia parálisis?

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