EL ABRAZO DE JUDAS: EL ARANCEL COMO DECLARACIÓN DE INESTABILIDAD EXISTENCIAL


El mundo ama la ficción de la vecindad inquebrantable, la alianza predecible que garantiza el sueño americano. Queremos creer que el comercio entre vecinos es un pacto de honor, pero la verdad es un acto de mala fe sartreana: el arancel no es un impuesto; es una declaración formal de desconfianza. El objetivo no es económico; es psicológico. Es forzar al aliado a aceptar que su seguridad no reside en el beneficio mutuo, sino en la aceptación de la amenaza constante.

El apetito de la mente humana por la estabilidad se satisface con el relato del hermano mayor que protege al menor. Este impulso establece la conexión del tema con el Arquetipo de Caín, donde el aliado es el primer objetivo del celo. Sin embargo, en el tablero comercial, el concepto de "alianza" se revela como una fantasía lírica que oculta una patología sistémica: la necesidad de que la nación dominante defina su propia soberanía mediante la coerción económica. El comercio libre no es amistad; es la capacidad de ejercer presión sin disparar un arma.

La persecución del beneficio inmediato en el ámbito geopolítico es un error conceptual. El verdadero desafío no reside en el valor del arancel (10%), sino en la destrucción del principio que lo impedía. El arancel es un acto de libertad nihilista: el líder se libera de la carga de la coherencia histórica para actuar solo en función de su voluntad. La paradoja quiebra la verdad asumida: el acto de exigir soberanía al norte es, de hecho, un acto de tiranía que exige la sumisión existencial. No es un ajuste de cuentas; es un acto de traición necesaria para redefinir el poder.

El conflicto obliga a una transformación conceptual. Canadá, que basó su identidad en la confiabilidad de su vecino, se ve obligada a una transformación dostoievskiana. Debe dejar de ser el aliado estable y volverse el agente independiente que acepta la soledad. Esta ficción de la alianza eterna es necesaria para sostener el autoengaño colectivo. Pero la verdad obliga a una transformación. La única estrategia que "supera" el chantaje es la que dicta la maestría de la sombra: no responder con aranceles, sino con la indiferencia total, aceptando que la estabilidad bilateral ha muerto.

El fin de los bloques comerciales predecibles no será económico, sino filosófico. La proyección indica que el comercio dejará de ser una herramienta de integración para convertirse en una serie de transacciones sin alma. En el futuro, la relación entre naciones no será ganada por tratados, sino por modelos predictivos de coacción. La lección perenne que nos deja este acto es que la única lealtad duradera es la que se ejerce sobre la propia subsistencia, y que la amistad en la política siempre es la primera víctima de la voluntad.

¿Qué haremos como humanidad cuando la incertidumbre se convierta en la única política viable y el beneficio de hoy sea la garantía de la traición de mañana?

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