🤡 El Premio de la No-Paz: La Reciprocidad de la Ironía entre el Zar y el Desairado (2025)
El viernes 10 de octubre de 2025, el Comité Noruego del Nobel dictó su sentencia de paz, otorgando el galardón a la opositora venezolana María Corina Machado. El shock en Washington no fue por la merecida ganadora, sino por el perdedor visible: el Presidente Donald Trump, quien llevaba meses promoviéndose abiertamente, citando sus esfuerzos de paz en Gaza y su historial de "terminar siete guerras".
Aquí es donde comienza la escalada de lo absurdo.
Mientras la Casa Blanca condenaba al Comité por "colocar la política sobre la paz", otra voz se alzó desde Dushanbe, Tayikistán, para ofrecer la consunción definitiva. El Presidente ruso Vladimir Putin validó la frustración de Trump con una verdad incómoda, calibrada con precisión láser:
"Ha habido casos en que el Comité ha otorgado el Premio Nobel de la Paz a personas que no han hecho nada por la paz. En mi opinión, estas decisiones han causado un enorme daño al prestigio de este premio."
El error sistémico auto-replicante del Nobel (ganadores cuyo legado de paz es tenue o posterior) fue oportunamente señalado por Putin, cuyo objetivo no era la pureza del galardón, sino el desarme cómico de la credibilidad de una institución occidental que acaba de desairar a su aliado más estratégico.
La declaración de Putin no se detuvo en la crítica general; pasó directamente al elogio, ofreciendo el combustible que la narrativa de Trump requería:
Putin continuó señalando que Trump "realmente está haciendo mucho para resolver crisis muy complejas que se han prolongado durante años, incluso décadas", citando como ejemplo principal la tregua en Gaza y el plan de paz propuesto.
La recursividad del sistema se revela en la geometría política del momento:
El Vínculo del Agravio: Dos líderes, a menudo retratados como adversarios, se unen en una queja común contra una élite liberal occidental, elevando la crítica de Putin a un titular mundial.
La Paz a Través de la Ironía: Trump, el candidato a la paz, encuentra su validación más resonante en el líder que, a ojos de Occidente, está inmerso en la guerra de Ucrania.
El clímax cómico se alcanzó cuando Donald Trump, incapaz de resistir la validación, rompió el protocolo diplomático y respondió públicamente a la alabanza de su colega en su red social Truth Social: "¡Gracias al Presidente Putin!"
El premio, que se supone que celebra el fin de las guerras, se convierte en la única ficha de ajedrez en la que dos potencias pueden coincidir. La paz se ha reducido a un trofeo en disputa, y la verdad es que no importa quién habla, sino si te halaga. Es el perfecto mecanismo de auto-engaño donde el enemigo de tu enemigo se convierte en tu mejor promotor de relaciones públicas.
El Premio Nobel de la Paz se ha convertido en el objeto de burla de aquellos a quienes intenta censurar o ignorar. La crítica de Putin, aunque cínica, resuena porque el Comité, en ocasiones pasadas, ha demostrado una visión miope o puramente política al otorgar el premio (como se sugiere en el caso de Obama al inicio de su presidencia, mencionado por Trump).
Esta farsa geopolítica demuestra la decadencia de la institución. No porque Trump lo merezca o no, sino porque su abierto cabildeo y la posterior intervención de Putin expusieron el premio como lo que es: una ficha de negociación y una herramienta de vanidad.
La mayor contribución de Trump a la paz no fue una tregua en Gaza, sino lograr que el Presidente ruso y él estuvieran en completo acuerdo sobre algo: que el premio ya no tiene prestigio.
Publicar un comentario