El Paquete Económico que Nos Promete la Felicidad... o el Infierno Fiscal
"La única cosa más peligrosa que un político con un billete es un político que te promete que el billete no existe. Y en este país, el billete es del tamaño de la luna."
¿Están listos para la función de magia más grande del año? El telón se levanta y el mago de Hacienda, con un sombrero de copa y una sonrisa más falsa que un billete de 3 pesos, nos presenta su número estelar: el Paquete Económico 2026. El truco, aparentemente, es simple: nos darán casi un billón de pesos para gasto social, sin necesidad de sacar un solo centavo de nuestros bolsillos a través de nuevos impuestos. Es un número tan bueno, que si fuera una aplicación de citas, ya le habríamos dado swipe right mil veces.
Pero si nos acercamos al escenario, notamos algunos detalles del truco. El mago nos dice que no habrá impuestos nuevos, pero que el SAT (Servicio de Administración Tributaria) ahora tiene un nuevo superpoder: el de ver a través de las paredes, los espejos y, aparentemente, las cuentas bancarias de los evasores. Es un plan tan ingenioso que solo podría haber sido creado por alguien que cree en los duendes y las hadas. Se basa en una fe ciega en la eficiencia de un sistema que, hasta ahora, ha sido más eficaz para crear memes que para recaudar dinero. ¿No habrá nuevos impuestos? No se preocupen, los viejos impuestos ahora vendrán a visitarlos a su casa.
Y mientras el telón se cierra, un grupo de analistas, con la mirada de quien acaba de ver un fantasma, nos advierte que el acto tiene un final trágico. La cuerda floja del déficit fiscal amenaza con romperse, el gasto en pensiones es una bomba de tiempo, y la inversión pública, la única que podría salvarnos, se está desvaneciendo como el maquillaje de un payaso bajo la lluvia. El mago de Hacienda nos promete un banquete, pero los platos están vacíos, y la cuenta, al final, siempre llega.
El Paquete Económico 2026 no es un plan de gobierno, es una comedia negra. Es la tragicomedia de un país que se ríe de su propia desgracia, que aplaude un truco de magia sabiendo que, al final, el conejo del sombrero no será un beneficio para el pueblo, sino un agujero negro en la economía. Y al final de la función, la única carcajada que se escuchará será la nuestra, esa risa amarga que nos dice que, sin importar cuánto nos prometan la felicidad, el infierno fiscal siempre tiene reservado un lugar para nosotros.
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