La última melodía de Los Brincos
El adiós de una generación
"La música es la única que no envejece."
El telón ha caído. La noticia de la muerte de Miguel Morales, el último eslabón de la icónica etapa de Los Brincos, no es solo el fin de una vida, sino el punto final de una era. Como un vinilo que deja de girar, su adiós marca el silencio de una generación que bailó, se enamoró y soñó al ritmo de una banda que se atrevió a desafiar la rigidez de una época. Morales, el bajista de la última y menos conocida etapa de la banda, llevaba consigo un pedazo de historia. Un testigo de la metamorfosis de Los Brincos, de un fenómeno del pop español a un eco de su pasado glorioso.Su legado no reside en los grandes himnos de la formación original, sino en la perseverancia de mantener viva una llama que se extinguía. En los años 70, cuando el mundo cambiaba a un ritmo vertiginoso, él fue parte de un esfuerzo por continuar un sonido, una esencia. Es una historia de resistencia, de un amor por la música que va más allá de los reflectores y los primeros puestos en las listas. Miguel Morales no fue el rostro más famoso de la banda, pero su bajo era el latido silencioso que mantenía el ritmo cuando el pulso original se debilitaba.
La muerte de un músico es un recordatorio de que los artistas, aunque sus obras sean inmortales, son tan frágiles como cualquier ser humano. Con cada uno que se va, una parte de nuestro pasado musical se convierte en un recuerdo más lejano. Y sin embargo, la música tiene una magia única. Un “Lola” o un “Me Da Igual” de Los Brincos sigue sonando tan fresco hoy como hace cincuenta años. Es un viaje en el tiempo, un conjuro que nos transporta a una época de faldas cortas, flequillos y una España que apenas empezaba a despertar.
Lo que Los Brincos nos dejaron, y de lo que Miguel Morales fue testigo, es una banda sonora de la transición. El sonido pop que importaron de los Beatles y de la Invasión Británica no fue una mera copia; fue una adaptación, una voz propia que se atrevió a sonar diferente. Rompieron esquemas, no solo con su música, sino con su imagen. Su legado es una lección de audacia, de valentía, de que a veces, lo más revolucionario es simplemente ser uno mismo.
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