LA SERENIDAD EN MEDIO DE LA TORMENTA

EL LIDERAZGO SERENO COMO ESCUDO Y DEUDA MORAL ANTE LA VIOLENCIA ESTRUCTURAL



"La serenidad no es ausencia de tormenta, sino paz en medio de ella. Pero la paz no se mide en encuestas, sino en la reparación palpable del dolor."

El fenómeno del 'liderazgo sereno' encarnado por la primera mujer en la presidencia es un activo político de alto riesgo. Por un lado, esta compostura estoica funciona como un escudo táctico esencial contra el caos político y las amenazas externas, proyectando una estabilidad que la nación anhela. Por otro lado, un estilo reflexivo corre el riesgo de ser una estrategia insuficiente—e incluso peligrosa—frente a la inercia histórica de la violencia estructural y la corrupción.

El 80% de popularidad no es una garantía de éxito gubernamental, sino un capital político volátil. Para la ética del pragmatismo comunal, el éxito no se mide en likes o encuestas, sino en la reparación palpable del dolor social y la reducción irreversible de la violencia. Si la popularidad coexiste con la inercia del dolor, se convierte en un mecanismo de dilación que usa la legitimidad popular como un simple escudo. La serenidad, en este contexto, puede ser interpretada como una gestión fría del dato duro, un método que responde cómo el gobierno funciona (con calma), pero ignora por qué la comunidad sufre (con pasión empática).

El capital histórico de ser la primera mujer no es menos volátil. Escudarse en el movimiento feminista es un arma de doble filo: proporciona un paraguas moral contra la crítica, pero genera una deuda moral inmensa. Si este capital no se traduce en acción radical y estratégica para detener los feminicidios y la violencia estructural contra las mujeres, la figura se convierte en un punto de traición al movimiento. El liderazgo femenino solo es ético si prioriza la responsabilidad matriarcal de la sanación colectiva, transformando el escudo en un martillo pragmático de justicia.

La Verdad Fundamental es que el verdadero desafío no es solo gobernar, sino sanar con firmeza y pragmatismo. Si el 'liderazgo sereno' utiliza la alta popularidad y el peso de la historia como una coartada para la distancia fría o la dilación en la acción radical, el escudo se volverá la fuente de la traición y la popularidad, un capital que se esfumará al chocar con la realidad del dolor que no ha sido reparado. Es hora de que la brújula moral se convierta en la estrategia pragmática que el tejido comunitario roto exige.

 Si la popularidad se mantiene alta, pero el tejido comunitario sigue roto, ¿es el 'liderazgo sereno' una bendición o una condena que alarga la inercia del dolor?

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