El Precio de la Verdad
La deconstrucción de un caso y la soledad de la razón
El caso de los científicos ecuatorianos no es solo una historia de justicia, es una lección sobre el precio de la verdad en la era de la información. Mientras la prensa mundial anunciaba su exoneración, la realidad que subyace es la de un sistema que, en su búsqueda de chivos expiatorios, casi destruye la credibilidad de la ciencia misma. Este no es un caso de "inocencia", es un caso de "poder" donde la justicia es un espectáculo y la verdad, una mercancía.
La sociedad de hoy, abrumada por el exceso de información, ya no busca la verdad, sino la validación de sus propias narrativas. En este contexto, un titular como "científicos absueltos" no es un triunfo de la ciencia, sino un truco de relaciones públicas que nos permite seguir creyendo que el sistema funciona. En el fondo, este es el mismo problema que ha atormentado a la humanidad desde la antigüedad. La verdad es incómoda, y la mentira, a menudo, es un bálsamo que nos permite dormir por las noches. La exoneración, por lo tanto, no es el final de la historia, sino el prólogo de un nuevo capítulo en la lucha por la verdad.
"No creas lo que dicen, cree lo que hacen", nos advirtió **Sócrates**.
Y en este caso, el sistema nos dice una cosa, pero hace otra. El hecho de que un juez tuvo que intervenir para detener la persecución de científicos por su trabajo, revela la fragilidad de la verdad en un mundo donde el poder y la política se han fusionado. No es que los científicos no tuvieran la razón, es que su verdad no era conveniente para el sistema. La verdad, en este contexto, no es una constante, es una variable que cambia según las necesidades del poder. Y en el caso de las pruebas COVID-19, el poder tenía un interés en que la verdad se mantuviera en las sombras.
En el ajedrez de la geopolítica, la ciencia se ha convertido en una pieza más que se puede sacrificar por el bien del juego. La crisis de las pruebas COVID-19 en Ecuador no fue un error científico, sino una lección de humildad para una sociedad que creía que la ciencia era inmune a la corrupción. La desconfianza en la ciencia no se genera por ignorancia, sino por la manipulación de la verdad en un mundo donde la ciencia y la política se han vuelto indistinguibles. Y la exoneración de los científicos, aunque justa, es un recordatorio de que en el juego del poder, la verdad es una pieza que siempre estará bajo asedio. .
El acto de exponer esta verdad no es un acto de heroísmo, sino de simple lógica. En un mundo donde todo es ambiguo, la verdad es la única moneda que no se devalúa. Y la exoneración de los científicos ecuatorianos es un recordatorio de que, incluso en un mundo de sombras, la luz de la verdad siempre se filtrará a través de las grietas. La pregunta no es si la verdad triunfará, sino a qué precio. Y la respuesta, como siempre, no está en los titulares, sino en el precio de la ciencia, la política y la sociedad.
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