El Alivio como Síntoma

Un Diagnóstico del Miedo

Por Dra. Mente Felina


La noticia, en sí misma, es un acontecimiento de banalidad burocrática: el nombramiento de un director para el Instituto Nacional del Cáncer. Sin embargo, la reacción de la comunidad de investigadores, un suspiro de alivio colectivo, revela una herida profunda en el inconsciente social. Este alivio no es el resultado de un triunfo, sino la culminación de una ansiedad reprimida. ¿Qué nos dice el hecho de que la elección de un profesional calificado sea vista como una suerte inesperada en lugar de una obviedad esperada? Es la manifestación de una neurosis social, una señal de que el cuerpo de la ciencia ha estado en un estado de estrés crónico, esperando el golpe.

El nombramiento es, en esencia, un mecanismo de defensa. La ciencia, un faro de objetividad, se ha visto obligada a depender de un sistema que opera con la lógica de la lealtad personal y el interés político. El alivio que se siente es el resultado de la liberación de la tensión que se ha acumulado en un sistema que ha sido subvertido. En este nuevo mundo, la confianza no se gana con méritos académicos, sino con una alineación política, y el "alivio" es el reconocimiento de que la ciencia, como la verdad misma, es una variable que puede ser manipulada. Es un diagnóstico claro de una patología en la que el conocimiento y la razón han perdido su posición de autoridad y se han convertido en simples peones en un juego de ajedrez.

"La tranquilidad de la razón no es la ausencia de peligro, sino el eco de lo que pudo ser."

La pregunta que debemos hacernos no es quién fue elegido, sino qué tipo de sociedad hemos creado en la que la simple decencia y el profesionalismo son celebrados como milagros. El alivio es una emoción que nos hace sentir vivos, pero en este caso, es una emoción que nos hace sentir que estamos vivos por pura suerte, no porque hayamos ganado.

El "alivio" es el eco del futuro que pudo ser. Un futuro en el que los méritos y el conocimiento son los únicos factores a considerar, en el que la ciencia y el progreso no son rehenes de la política. Un futuro que, por ahora, ha sido postergado. La respuesta es simple: nuestra mayor esperanza es la ausencia de una catástrofe. Y eso, mi querido lector, no es una esperanza, es una rendición silenciosa.

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