El Grito Silenciado

La psique de una catástrofe que se repite en el olvido.

“El trauma colectivo no se olvida, solo se somatiza.”


Veintisiete nombres. Un conductor. Una cifra que se levanta como un monumento de ceniza. La explosión del camión de gas en la Ciudad de México no fue un accidente, fue la manifestación de una neurosis colectiva. Un grito que el sistema ha aprendido a silenciar, una tragedia que nuestra psique ha normalizado. En el escenario del caos, la lógica se desvanece. El evento, que en cualquier otra sociedad sería un escándalo nacional, se convierte en un suceso más en la crónica roja. Se reportan los hechos, se lamentan las muertes, se señalan las primeras causas, y luego se olvida.

El verdadero análisis no está en el evento, sino en el **fenómeno** detrás de él. ¿Por qué el riesgo se ha convertido en una variable de la vida diaria? ¿Por qué la seguridad es un privilegio y no un derecho? La respuesta está en el inconsciente colectivo de un país que ha aprendido a vivir en la cuerda floja. Es el pacto no escrito entre la fatalidad y la supervivencia, una resignación que nos dice que el costo de la desidia es el que se paga con vidas. El conductor, en su desesperación económica, se arriesgó. Los vecinos, en su vulnerabilidad, se confiaron. La explosión no fue un estruendo, sino un eco que llevaba décadas gestándose.

"En el escenario del caos, la lógica se desvanece. El evento, que en cualquier otra sociedad sería un escándalo nacional, se convierte en un suceso más en la crónica roja."

El drama humano de la explosión es un espejo. Refleja la indiferencia de una sociedad que mira el peligro pero no lo ve. La falta de mantenimiento, la corrupción en las licencias, la falta de seguridad vial; son solo los síntomas de una enfermedad más profunda. La enfermedad de un sistema que valora más la ganancia que la vida. Y en ese sentido, las 27 muertes no son solo una cifra, son una herida abierta en la psique de la nación. Una herida que se cierra con el tiempo, pero cuyo trauma se somatiza en una ansiedad social que se manifiesta en la fatalidad.

Cuando las cámaras se vayan y los titulares se borren, quedará un silencio que grita. Un silencio que nos pregunta si esta catástrofe es solo un evento, o si es la manifestación de un ciclo de olvido y desidia. Es una pregunta que nos obliga a mirar hacia adentro.

Al final, el grito silenciado no es solo la tragedia que pasó. Es la que, en nuestro olvido, permitimos que se repita. La pregunta no es qué pasó en el momento de la explosión. La pregunta es qué estamos haciendo, ahora, para asegurar que no vuelva a pasar.

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