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La Última Resistencia del Autor:

Por qué 2024 Vio el Regreso del Cine Que No Temía Pensar

Por El Filósofo Patas



El arte, en su manifestación más pura, no busca entretener, sino inquietar. En 2024, en medio de la estridencia digital y la trivialidad que amenaza con devorar cada rincón de la cultura, un puñado de autores cinematográficos se ha alzado no con una bandera, sino con un espejo roto. No han ofrecido distracciones, sino la confrontación de dilemas morales tan abismales que nos obligan a mirar hacia el interior de nuestra propia alma. La verdadera resistencia del cine no reside en su capacidad para generar espectáculo, sino en su valentía para sumergirse en la oscuridad de la condición humana.

Películas como La sustancia son menos un filme de terror y más una parábola sobre la voluntad de poder y la decadencia del espíritu. El personaje, en su búsqueda por la perfección física, no solo se desdobla, sino que desgarra su alma. El reflejo en la pantalla no es el de un monstruo, sino el de la ambición desmedida que corroe la identidad, un pecado capital que habita en las profundidades de todo ser humano. Se nos invita a cuestionar: ¿qué parte de nosotros venderíamos por la aprobación, por la belleza efímera?

De manera similar, Guerra Civil nos arroja a un vacío moral. No es la guerra en sí misma lo que nos atormenta, sino el vacío que queda una vez que la moralidad se desvanece. Alex Garland, con la frialdad de un cirujano, nos muestra cómo los periodistas, los testigos de la catástrofe, se convierten en partícipes de una danza macabra, donde la imagen es más valiosa que la vida misma. La película nos susurra una verdad terrible: el mal no reside en el acto atroz, sino en la indiferencia que lo observa, en la banalidad con la que se documenta.

Este cine no nos da respuestas fáciles. No hay héroes ni villanos, solo almas en pena, atormentadas por sus propias elecciones. El autor, en su acto de creación, no es un mero contador de historias; es un inquisidor que nos fuerza a enfrentar nuestras propias sombras. En 2024, el cine de autor ha demostrado que la salvación del arte no se encuentra en la luz de los proyectores, sino en la penumbra de los dilemas, en el eco de las preguntas que, una vez formuladas, no nos abandonan jamás.