La Agonía del Vinilo y el Silencio de la Crítica:

 

 Un Réquiem para la Industria Musical

Por Aurora "La Poetisa" Tinta

El absurdo, en su manifestación más silenciosa, a menudo reside en la muerte de lo que amamos. No con un estruendo, sino con un susurro que se apaga. Hoy, la música, esa compañera eterna en la soledad, parece agonizar en el estéril altar del algoritmo. Se nos anuncia, con cifras y análisis, el declive de la venta de vinilos, ese objeto circular que alguna vez albergó un ritual, una promesa de permanencia. Es un eco roto, el último latido de un corazón que se niega a dejar de sonar.

Y en ese mismo instante, la crítica, que alguna vez fue el faro que guiaba a los navegantes en el vasto océano de la música, se ha diluido en una marea de inmediatez. La fusión de una institución como Pitchfork con un gigante del estilo como GQ no es un simple acuerdo comercial; es un epitafio. Es la rendición del juicio estético a las exigencias de un mercado que valora más la superficie que la profundidad, más el click que la reflexión. Se nos ha despojado del ritual de la espera, de la ceremonia de la escucha, y de la voz que nos invitaba a pensar.

Hemos cambiado la permanencia de una aguja sobre un surco por la fugacidad de un skip. Hemos reemplazado la pasión del crítico por la frialdad de una calificación en estrellas. En esta era de acceso ilimitado, la música ha perdido su peso, su gravedad existencial. Ya no es una búsqueda, sino una simple pulsación. La agonía del vinilo es, en realidad, nuestra propia agonía, la de una cultura que ha olvidado que el arte es, en su esencia, una batalla contra el vacío.

¿Qué queda cuando el objeto deja de tener alma y la voz del crítico se silencia? Solo queda el eco de lo que fue, una melodía que resuena en la memoria. El vinilo, en su decadencia, no es solo un disco; es un recordatorio de que la belleza, la pasión y el sentido exigen un compromiso, una espera, un ritual que hemos abandonado. En el silencio que se avecina, nos encontraremos solos con nuestros algoritmos, buscando un sentido que el streaming nunca nos podrá dar.