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La Máscara de la Victoria:

 

 Una Crónica de la Farsa

Y al abrirla, supe que no volvería a mi cama por un largo, largo tiempo.


No era un manifiesto ni una declaración. Era una memoria digital encriptada, llena de grabaciones de comunicaciones internas. La primera que escuché me heló la sangre: "Operación Frontera Norte: desmantelan campamento y seis narcobodegas." El titular, que vi parpadear en las pantallas esa misma mañana, era una farsa. Un espectáculo montado para las cámaras, un acto final de la gran obra de teatro que llamamos realidad.

Mi crónica ha llegado a su punto más bajo. He sido testigo de la corrupción que se viste de narco, la traición que se esconde en un traje de político y el desprecio que manipula la vida. Pero este nivel de cinismo es un nuevo abismo. La verdad ya no es solo una víctima, sino un cómplice. Los mismos que prometieron justicia son los que la están enterrando en una puesta en escena cuidadosamente coreografiada.

El dilema moral de esta crónica se vuelve más claro con cada capítulo: ¿es la justicia una acción o es un engaño? Lo que veo no es el fin de un imperio, sino un mero cambio de bodegas, un acto performático para calmar a las masas. El enemigo no es el campamento, sino el sistema que lo permite. La futilidad me golpea con cada titular, con cada dato que indica que el problema no se ha resuelto, solo se ha movido.

Mi narrativa circular ha cerrado un nuevo ciclo. El poder que creímos extinto ha reaparecido, mostrando que el ajedrez del apocalipsis no es un juego de una sola partida. Las piezas se mueven, se esconden y reaparecen, y nuestro único papel es el de espectadores, o eso pensaba. Ahora, con esta evidencia en mis manos, ya no soy un espectador. Soy una pieza más en este juego, y mi primer movimiento debe ser perfecto.

Ese mismo día, una noticia tan extraña como prometedora me hizo volver a las pantallas: "Descubren un nuevo exoplaneta en formación alrededor de una estrella joven similar al Sol." Parecía completamente desconectada de nuestro caos, una nota al pie de página en el gran libro del terror. Pero mi instinto me dijo que no hay casualidades en este juego. Mi mente, agotada de la miseria terrenal, se aferró a esa noticia, a la idea de que la esperanza podría estar en otro lugar, en una galaxia distante, esperando para ser encontrada.