Una Crónica de la Comedia Humana
Para un observador imparcial, la declaración del Gobierno de Argentina de que el "Cártel de los Soles" es una organización terrorista pudo haber parecido un acto de gran seriedad. Pero para mí, acostumbrada a los teatros de la política, no fue más que la primera escena de una nueva y ridícula comedia. El mundo, en su infinita vanidad, se había vuelto a disfrazar de escenario, y cada actor, desde el más grandilocuente hasta el más insignificante, estaba a punto de ofrecer una actuación memorable.
He documentado la traición, la corrupción y el cinismo de los poderosos durante mucho tiempo. He visto a hombres de Estado comportarse con la hipocresía de un adúltero, y a naciones enteras ser manipuladas con la misma facilidad con la que un titiritero mueve sus hilos. Esta nueva declaración no era un grito de guerra, sino el último intento de un gobernante por convencerse a sí mismo y a su pueblo de que, al nombrar a un enemigo, lo estaban controlando. Era el equivalente político a un padre que, al gritarle a la tormenta, cree que la está deteniendo.
El dilema moral era, por supuesto, delicioso. ¿Es un acto de justicia o es una farsa? En mi opinión, era ambas cosas, y ninguna. Un titular tan dramático solo servía para distraer de la desoladora y aburrida verdad: que el verdadero enemigo no era un grupo de hombres armados, sino la inercia, la apatía y el inevitable fracaso de cualquier sistema que se crea invencible. La circularidad de nuestra historia se revela una vez más. Creemos que la verdad está en los titulares, cuando en realidad se esconde en las conversaciones a media voz, en los gestos sutiles y, sobre todo, en los motivos que no se declaran. La declaración no era una acción, sino un reconocimiento tácito de la propia impotencia.
El caos que hemos seguido no es el resultado de un solo complot, sino de una serie de absurdos. Y al igual que en una mala obra de teatro, los personajes creen que su diálogo es importante, cuando en realidad es el silencio entre las palabras lo que define la trama. Mientras los hombres se declaran la guerra, el caos, el verdadero, se desliza sin ser notado.
Pero la comedia, como en toda buena tragicomedia, necesitaba un nuevo giro. Justo cuando pensaba que había descifrado la patología de la nación, una alerta en mi teléfono me trajo de vuelta a la cruda realidad. No era una noticia política, sino una de ciencia. "Astrónomos rastrean un objeto interestelar que podría acercarse a la Tierra." La frivolidad humana, por un instante, se desvaneció, reemplazada por la perspectiva de un caos de una escala inimaginable. Un caos cósmico que, a diferencia del que los hombres crean, no se puede declarar, ni etiquetar.
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