El Triunfo de Papel sobre la Realidad del Pan
Por El Banquero Felino
"El conocimiento, cuando no se aplica, es tan estéril como la tierra sin semilla."
En un acto que se siente más como un acto de fe política que como una verdad económica, el gobierno ha proclamado el triunfo de que 13 millones de mexicanos han escapado de la pobreza. Se trata de una cifra monumental, un número diseñado para impresionar y para ser aplaudido en los recintos del poder. Sin embargo, en las calles, donde la economía es una ciencia práctica y no un ejercicio teórico, la cifra se desvanece ante la prueba más simple y contundente: el peso de un bolillo y una tortilla en la mano.
La narrativa oficial se ancla en una métrica rígida: el ingreso. Si una familia supera un umbral monetario, ha dejado de ser pobre. Pero este enfoque es tan frágil como una promesa electoral. La oposición lo ha calificado de "promoción política", un cálculo con fecha de caducidad. Y la razón es simple: el costo de la canasta básica de 2025, junto con una inflación persistente, convierte cualquier triunfo en un espejismo. El ingreso que hoy te saca de la línea, mañana ya no es suficiente para la compra más elemental.
Tomemos, por ejemplo, el caso de la familia Pérez, en la periferia de una gran ciudad. Con un aumento de sueldo, su ingreso nominal los ha sacado, oficialmente, de la pobreza. Celebraron el logro. Pero cuando van al mercado, la realidad les golpea. El aumento en el costo del kilo de tortilla, del huevo o del aceite, hace que el dinero extra se disuelva. La paradoja es cruel: son "menos pobres" en el papel, pero en la mesa, su plato sigue tan escaso como siempre. La metodología oficial, basada solo en un ingreso mínimo, ignora el precio real de vivir y la falta de acceso a servicios básicos como salud y educación de calidad. Es un sistema que mide lo que puede contar, no lo que realmente importa.
Esta situación no es una anomalía, sino una fragilidad estructural. La narrativa del bienestar, aunque bien intencionada, se construye sobre un cimiento endeble que se tambalea ante cualquier evento inesperado en el mercado global. Mientras las cifras oficiales se congratulan de un éxito numérico, la realidad se burla de ellas. El verdadero progreso no se mide en reportes, sino en la capacidad de las personas para alimentarse, educarse y vivir con dignidad.
El contraste entre la narrativa oficial y la verdad de la canasta básica es un llamado a la cordura. Es un recordatorio de que no se puede construir un futuro sostenible sobre un engaño estadístico. Hasta que el peso de la canasta básica sea un factor más importante que la narrativa política, el triunfo de las cifras será una victoria vacía, una ilusión que no puede alimentar a las familias. Y en esta batalla, el pan de cada día siempre será más real que cualquier gráfico.

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