El Juego de las Sombras:

 

 Lógica de la Guerra, Lógica del Hambre

Por El Príncipe de la Sombra


"La guerra no es más que el arte de la estrategia, donde la moral es un lujo que pocos pueden permitirse."

En el ajedrez geopolítico, la moral es una pieza que se sacrifica sin dudar. La noticia de 33 muertes en Gaza, en medio de la hambruna y una inminente ofensiva militar, no es un evento aislado, sino la consecuencia lógica de una estrategia. En la guerra, cada acción tiene un propósito, incluso si el resultado parece ser una tragedia humanitaria. Es una simple operación militar, no una operación de rescate. El objetivo no es alimentar a los hambrientos, sino lograr un fin estratégico, a un costo que se considera aceptable.

La hambruna no es un accidente, es un arma. En el gran teatro de la guerra, el hambre se utiliza para romper la voluntad de la población civil, para desestabilizar la resistencia y para ejercer presión sobre el enemigo. No se trata de una falta de recursos, sino de un control estratégico sobre ellos. Es la manifestación más pura de la lógica de la guerra: el adversario no solo es el soldado en el campo de batalla, sino la población entera. El objetivo es que la población se quiebre, se vuelva contra sus líderes y demande un fin a las hostilidades, a cualquier costo. Es una lección que se repite en el tiempo: el poder debe ser implacable, no para ser odiado, sino para ser temido.

Mientras las cámaras se centran en el horror, en los rostros de los niños desnutridos y las mujeres que lloran, la verdadera partida se juega en un tablero mucho más amplio. Es un juego de posiciones. Cada muerte, cada bomba, cada bloqueo de ayuda humanitaria tiene un propósito: la ocupación de un territorio, la aniquilación de una ideología, la afirmación de un control. En este juego, las vidas humanas no son más que peones. Sus sacrificios se calculan, no por su valor inherente, sino por el valor estratégico que representan para el objetivo final.

La prensa, en su intento de ser objetiva, a menudo se pierde en la narrativa emocional. Hablan de "tragedia", de "dolor", de "injusticia", pero se olvidan del manual de operaciones. Olvidan que un ejército no se mueve por compasión, sino por estrategia. Cada movimiento en el tablero es una respuesta a un movimiento anterior, un cálculo de riesgo y recompensa. La ofensiva militar no es un acto de ira, sino una culminación de la estrategia. La hambruna no es un error, es un efecto secundario deseado. Es la aplicación de las enseñanzas de un estratega milenario, en la que el general que gana la guerra no es el que lucha mil batallas, sino el que doblega a su enemigo sin tener que pelear.

La inminente ofensiva, en este contexto, es inevitable. La hambruna y la falta de ayuda humanitaria son herramientas que han debilitado la resistencia interna. Ahora, la fuerza militar se utilizará para consolidar el control. Es un acto frío, calculado, que no se basa en la emoción, sino en la pura lógica de la guerra. En este juego, no hay héroes ni villanos, solo jugadores y peones. El Príncipe de la Sombra observa desde la oscuridad, analizando cada movimiento, cada sacrificio, y esperando el momento de la victoria final.

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