-->

 

El Gran Bazar del Deporte Rey

Por: Whisker Wordsmith


"Se dice que el fútbol es el deporte del pueblo. Y lo era. Hasta que el pueblo se volvió un lujo inalcanzable."
— Una verdad de Whisker Wordsmith

¡Qué tiempos aquellos en los que un Mundial era una fiesta para todos! Ahora, con los nuevos precios revelados por la FIFA para México 2026, la cosa es tan distinta que parece un chiste de mal gusto. Y créanme, el humor se queda corto cuando descubres que el boleto para un partido de octavos de final cuesta más que una camioneta seminueva. ¡Estamos hablando de 129 mil pesos! O sea, que para ver a tu equipo favorito, necesitas vender un riñón, la hipoteca de la casa y, de paso, la herencia de tu abuela.

La FIFA, con esa sonrisa de "estamos haciendo historia", nos dice que es el evento más grande del mundo. Y yo me pregunto: ¿para quién? Porque si el aficionado de a pie, el que se gasta la quincena en la camiseta, el que se desvela viendo partidos en un bar, no puede ni soñar con ir, ¿de qué "pueblo" estamos hablando? Es como si de repente, el pan de cada día costara lo mismo que un lingote de oro. La pasión, esa cosa tan bonita y universal, se ha vuelto un artículo de lujo, un capricho para el 1% de la población.

La ironía es tan grande que casi duele. El fútbol, que nació en las calles, en los barrios, en los campos de tierra, ahora se juega en estadios impecables, llenos de butacas vacías porque la gente no puede pagarlas. Los boletos no solo tienen un costo, tienen un apellido: "exclusividad". Es una forma elegante de decirte: "Esto no es para ti, plebeyito, esto es para la gente con cartera grande y poca pasión".

Y la cosa no termina ahí. ¿Quieres ver a tu selección jugar? Prepara la cartera, porque el precio de la pasión tiene que pagarse con creces. Imagina la escena: estás en el estadio, viendo el partido del siglo, pero en lugar de gritar "¡Gooooool!", solo puedes pensar: "Caramba, con lo que me costó esta entrada, ya hubiera podido comprar un auto para mi mamá". Es una tragedia disfrazada de un evento deportivo, un espectáculo que, en lugar de unir, separa.

El fútbol se ha convertido en un negocio, y no uno pequeño. Es un negocio que se ríe en la cara de los que aman el juego, de los que lo llevan en la sangre. Es una pena, porque la emoción de un gol, la alegría de una victoria, se siente más fuerte en un bar lleno de amigos que en un asiento de lujo en el estadio. Al final del día, los verdaderos ganadores no son los que levantan la copa, sino los que se llenan los bolsillos con nuestros sueños.