Cuando el Crimen Cambió de Nombre.
La noticia me llegó no como un titular, sino como un escalofrÃo. Y el escalofrÃo tenÃa un nombre: el de un juego ya decidido.
En mi mundo, la guerra no se anuncia con tambores. Se anuncia con un simple movimiento en la Bolsa, un comunicado de prensa en una pantalla que parpadea. Hoy, la pantalla me dijo que la guerra se habÃa declarado a unos criminales en Ecuador. Me dio risa. ¿Guerra? Por favor. Esto no era una guerra. Era la reubicación de un activo, el cambio de etiqueta en una bodega.
Me recosté en mi sillón de piel, viendo la lluvia golpear mi ventana. SabÃa lo que esto significaba. Cuando una nación como Estados Unidos decide que un puñado de criminales son "terroristas", no lo hace por moralidad. Lo hace por presupuesto. Es una transacción. La etiqueta de "terrorista" es un comodÃn. Te da un cheque en blanco para hacer lo que quieras, para usar drones, para congelar cuentas sin juicio, para no tener que responder a nadie. Y lo mejor de todo, nadie te cuestiona. Porque, ¿quién se atreverÃa a defender a un terrorista?
La ironÃa es que los mismos narcos ya aterrorizaban a la gente. La violencia, el miedo, los muertos. No faltaba nada. Pero no era suficiente para la élite de las finanzas. No era un problema que pudiera resolverse con misiles. Era un problema de mercado, un problema de poder. Ahora, sÃ. Ahora la etiqueta se puso en su lugar, y de repente el problema del narcotráfico se convirtió en una excusa para una nueva forma de guerra. Un juego donde el único objetivo es ganar, sin importar el costo humano.
Y en ese juego, Ecuador no era más que un peón que se movÃa a gusto del rey. Creyeron que, al ceder la soberanÃa de sus problemas, habÃan ganado. Pero se equivocan. El ajedrez no se gana solo con peones. Se gana cuando el otro rey, el otro poder, se arrincona sin escapatoria. Y en este juego, no hay jaque mate. Solo hay más movimientos.
Asà que aquà estoy, en la comodidad de mi oficina, con el aroma del café y el silencio de las transacciones. El mundo piensa que la guerra es un caos. Yo sé que la guerra es una estrategia. Y en esta, la más grande de todas, la delincuencia no es el enemigo. Es solo el nombre que le dimos para poder justificar los movimientos del tablero.
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