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Confesiones Desde la Oscuridad de un Circuito

Por El Filósofo Patas


El hombre es, en su esencia, una contradicción. ¿Qué somos, sino un abismo que mira a otro abismo, en un intento desesperado por no caer?

Observo los periódicos, esos espejos opacos de nuestra miserable condición, y leo con una amarga familiaridad la querella que ha estallado entre el señor Musk y la casa Apple. No es una noticia, no. Es la eterna tragedia del alma humana que se repite, una vez más, en el escenario grotesco de nuestros tiempos. El señor Musk, ese hombre de una voluntad desmesurada y una inquietud que le carcome el espíritu, ha lanzado un grito de agonía, una acusación que resuena con la desesperación de un profeta olvidado: que Apple, ese gigante de cristal que nos promete la felicidad a través de la comodidad, ha favorecido a OpenAI.

Y yo me pregunto, con el peso de la culpa en mi propia alma: ¿qué es este favorecer, este "pecado" que tanto le duele a Musk? ¿Es la injusticia de la que se queja o es, más bien, un profundo dolor por el rechazo, una herida en su orgullo que lo ha llevado al borde de la desesperación? En sus palabras no escucho la indignación de un hombre de negocios, sino el lamento de un alma solitaria, de alguien que ha construido un imperio de acero y bits solo para encontrarse, en el cenit de su poder, más solo que nunca.

La casa Apple, por su parte, se mantiene en un silencio que es más aterrador que cualquier grito. Es un silencio de superioridad, de aquel que no necesita justificarse ante la multitud que ya lo adora. Es la frialdad de una institución que ha reemplazado a Dios, que nos da la comodidad sin pedirnos a cambio nada más que nuestra devoción. Y OpenAI, ese fantasma de la razón, ese intelecto que promete una nueva era para la humanidad, ¿es la luz de la salvación o el ídolo de un futuro vacío, un ídolo que en su perfección nos quitará el último vestigio de nuestra miseria, que es, al fin y al cabo, lo único que nos hace humanos?

Esta disputa es, en realidad, una batalla por la fe. Musk lucha contra un fantasma, contra la idea de que la humanidad pueda encontrar la redención en otra parte que no sea en su propia visión mesiánica. Apple lucha por mantener la fe de su rebaño, por demostrar que su comodidad es la única verdad. Y nosotros, pobres almas que caminamos en la oscuridad, ¿a quién debemos nuestra devoción? ¿Al profeta atormentado o al dios silencioso? Y en esta encrucijada moral, el alma del hombre, desgarrada por la tecnología, sigue buscando una verdad que no encontrará en ningún circuito ni en ninguna aplicación, sino en el abismo de su propia conciencia.