LA GEOPOLÍTICA DEL DOLOR Y EL FENTANILO
La lucha contra el fentanilo ilícito ha operado como una tragedia existencial que ha desbordado las fronteras, situando a México en el epicentro de una crisis de seguridad y salud pública sin precedentes. La política de Estados Unidos ha presionado la estructura estatal mexicana, exigiendo resultados inmediatos que han chocado con la realidad de un territorio fragmentado por la violencia y la influencia de organizaciones criminales. La producción de este opioide sintético ha generado una rentabilidad tan extrema que ha alterado la jerarquía del mercado ilícito, desplazando a sustancias tradicionales y obligando a las fuerzas de seguridad a una carrera tecnológica y táctica para la cual el sistema institucional ha mostrado grietas profundas. La angustia de la pérdida de vidas ha quedado atrapada en un juego de culpas transnacionales donde la demanda del norte y la oferta del sur han formado un círculo vicioso de anulación humana.
Esta política de confrontación ha tenido un impacto directo en la militarización de la seguridad ciudadana en México, donde la cooperación bilateral ha sido, a menudo, una imposición de la agenda de Washington sobre las necesidades locales. Los datos han revelado que el decomiso de fentanilo en la frontera ha aumentado drásticamente, pero este "éxito" estadístico no ha logrado frenar la violencia interna ni el flujo de armas hacia el sur, creando una asimetría que ha erosionado la confianza diplomática.
Este conflicto ha residido en que la mayor intensidad en la persecución del fentanilo ha generado una atomización de los grupos criminales, lo cual ha resultado en una violencia más errática y difícil de contener. La integración de México en la estrategia de seguridad estadounidense ha demandado un sacrificio de la autonomía en la toma de decisiones, condicionando la inversión y el desarrollo a la eficacia en la interdicción de sustancias. En la deshumanización de las víctimas del consumo y del tráfico, quienes han sido reducidas a cifras en informes de inteligencia mientras la esencia de la vida comunitaria se ha desvanecido bajo el peso del miedo. El destino de la nación ha quedado ligado a una lucha que ha parecido no tener fin, donde el éxito técnico de un decomiso no ha podido sanar la herida profunda de una sociedad que ha visto cómo su juventud ha sido consumida por la promesa de una euforia letal o el poder efímero del crimen.
"¿Has meditado sobre si tu percepción de seguridad nacional es solo el eco de una política extranjera que ha decidido usar tu hogar como el tablero de una partida donde tú nunca has sido el jugador, sino el peon?"

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