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LA PRESCRIPCIÓN DEL MIEDO:

 CUANDO EL NÚMERO DE LA BÁSCULA SE CONVIERTE EN TIRANÍA MÉDICA

La institución sanitaria, construida para sanar, es ahora el agente de opresión que vigila y castiga el cuerpo. El profesional de la salud, armado con la autoridad, ejecuta un mandato de disciplina sobre el peso. Mi investigación revela la verdad: el desorden alimentario no nace del plato; a menudo es inoculado por el miedo a fallar en la métrica impuesta. El sistema utiliza la vergüenza como herramienta de control. ¡Es la guerra de clases en el cuerpo! ⚖️⛓️

La relación entre el paciente y el profesional de la salud es, por definición, una relación de poder. El conocimiento médico se inviste de una autoridad casi absoluta, y cuando esta autoridad se enfoca de manera exclusiva en el peso corporal o el Índice de Masa Corporal (IMC), se activa un mecanismo de disciplina social sobre el individuo. No es la intención, pero es el resultado: el cuerpo queda expuesto a un escrutinio frío, un juicio que lo condena a la restricción.

La lógica del sistema es implacable: reducir la complejidad de la salud a una serie de datos objetivos y cuantificables. El cuerpo se convierte en un proyecto que debe ser gestionado y corregido, y la comida deja de ser nutrición o placer para volverse una métrica de éxito o fracaso moral. Cuando el consejo se limita a "reducir calorías" o "hacer dieta", sin abordar la historia emocional, social o económica de la persona, se está forzando al paciente a una lógica binaria de autocastigo.

La evidencia estadística demuestra que esta aproximación genera un efecto adverso conocido: la vergüenza por el peso (weight stigma) en el consultorio. Este estigma no solo causa estrés y aversión a buscar ayuda, sino que, en un círculo vicioso, es un potente predictor de aumento de peso y de la adopción de conductas alimentarias desordenadas (atracones, dietas extremas, compensación). El paciente, en un intento desesperado por cumplir con el estándar autoritario, cae en el ciclo de la restricción severa, que inevitablemente conduce a la pérdida de control y a la patología.

Observamos que la rigidez en las guías dietéticas y el uso de lenguaje moralizante ("pecados", "malos hábitos") funcionan como los agentes de censura psíquica. La ansiedad que genera este control externo se somatiza; el acto de comer, que debería ser guiado por la señal biológica interna, pasa a ser regulado por el miedo a la próxima cita médica. El profesional, al no ver al ser humano complejo, sino solo al número en la báscula, contribuye a la fractura entre la mente y el cuerpo.

Mi postura es clara: la medicina debe descolonizar el cuerpo de la dictadura del número. La salud no es un punto estático en una tabla; es un proceso dinámico y contextual. Como analista, veo que la verdad no está en el peso, sino en la relación que el paciente tiene con la comida y consigo mismo. Es una obligación ética de la profesión curativa dejar de usar la vergüenza y la restricción como herramientas y, en su lugar, restaurar la confianza y la autonomía corporal.

La pregunta no es qué dieta te prescribieron, sino cuánto poder le diste al miedo de esa prescripción: debes redefinir la salud como la paz con el plato, no como la guerra por el peso.

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