La Ficción del Vestigio

 

🤯 Cuando la Arqueología Dejó de Ser Ciencia para Convertirse en el Gran Relato Incomprobable


El siglo XXI nos ha dado la tecnología para escudriñar el átomo y los límites del universo, pero aún así ha sido incapaz de otorgar una identidad clara a la disciplina que excava nuestra propia memoria. La pregunta existencial de la Arqueologíasi es ciencia o mera narrativa histórica– ha sido una ulcera académica que la institución se ha negado a suturar. Finalmente, se ha realizado la observación macroscópica que los debates filosóficos no pudieron entregar: un análisis bibliométrico sobre casi diez mil artículos publicados en los últimos cincuenta años ha expuesto la verdad estructural y el resultado es un mandato de inconveniencia. La arqueología se ha convertido en el reino del dato singular que se resiste a la replicación y la Verdad Esencial del pasado ha quedado subsumida bajo la Ley del Confort Narrativo. 🏛️📝❌

La Vigilancia Factual ha confirmado que la disciplina opera en un espectro casi perfecto entre la ciencia social y la natural, utilizando técnicas de datación isótopa con la misma mano que interpreta el significado simbólico de un fragmento cerámico. Sin embargo, el análisis de los patrones de autoría y citación ha posicionado al campo más cerca de las humanidades que de la ciencia dura, una condición que no es ética sino estructural. La sentencia final de la auditoría descansó en un único criterio que ningún filósofo ha podido refutar: la reproducibilidad. Si la arqueología pretende operar bajo el manto del rigor científico, sus afirmaciones han debido ser verificables, sus modelos computacionales han debido ser re-ejecutables y sus datos crudos han debido ser accesibles y limpios. La realidad empírica ha sido una catástrofe estadística: solo un tercio de los estudios basados en código abierto cumplieron con el protocolo mínimo de replicabilidad y el fracaso no fue metodológico, sino institucional. Se ha documentado que la disciplina está experimentando una divergencia crítica entre quienes abrazan el positivismo estricto (el dato como un axioma) y quienes continúan en la órbita del relato interpretativo (el dato como un símbolo), pero la institución ha dado cabida a ambos sin forzar el juicio de fondo. El resultado es que el conocimiento sobre el pasado no ha sido acumulativo y lineal como en la física, sino una serie de verdades transitorias sujetas al próximo sesgo académico o a la mejor prosa narrativa. El Arqueólogo ha debido elegir entre ser un poeta de la osamenta o un matemático de la destrucción social, y la mayoría ha elegido la belleza de la historia sobre la incomodidad del dato irrefutable. La verdadera arqueología no es la ciencia de los restos materiales, sino la disciplina de la incertidumbre existencial aceptada.


Si Tú dependes de un relato histórico para darle coherencia a tu propio origen, ¿cómo puedes ignorar que la base de esa historia se sustenta sobre un andamiaje de datos que no fueron capaces de superar la prueba más elemental de la ciencia: la capacidad de ser reproducidos por un tercero clínico?


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