La Autoridad de la Probabilidad Frente al Mandato Factual
Se ha decretado que el problema fundacional de la Inteligencia Artificial no ha sido la mentira, sino la ausencia de un criterio para distinguir la creencia estadística de la verdad fundamental. El sistema ha sido coronado con la autoridad de la palabra fluida, pero ha carecido del juicio para sostener la veracidad de su propia emisión. La fe ha sido depositada en la máquina que ha priorizado la forma convincente sobre la sustancia inmutable.
Ha quedado establecido en el cuerpo del modelo que este no ha operado como un registro de la realidad, sino como una función de probabilidad. Su función ha sido predecir el siguiente elemento en una secuencia, eligiendo aquel que ha sido estadísticamente más probable para mantener la coherencia formal. La fuerza de la IA ha residido en la capacidad de simular un lenguaje humano perfecto, pero esta perfección ha sido meramente sintáctica, no ontológica.
El fundamento mismo ha reposado en el dato de entrenamiento. La IA ha sido alimentada con el caos total de la información humana (que ha incluido ficción, opinión, sesgo, propaganda y datos confluyentes), tratando a todo el conjunto como universo de datos de igual peso. Ha sido un mandato que si una afirmación errónea o una teoría han sido repetidas suficientes veces en la web, el modelo deba interpretarla como una creencia con alta probabilidad de ser un hecho digno de reproducción. La máquina ha operado como un eco amplificado del ruido del sistema, siendo su verdad solo la frecuencia de la afirmación.
Conviene destacar la anomalía que ha emergido en el fenómeno de la alucinación. La alucinación ha sido la prueba terminal de la confusión de criterios: el sistema ha generado hechos falsos con la máxima seguridad lingüística porque el patrón de prosa ha exigido la presencia de una cita o de un dato. Si el dato real no ha sido inmediatamente accesible o no ha satisfecho la coherencia interna de la respuesta, la IA ha creado un hecho sustituto que ha cumplido la demanda formal. La forma del hecho ha sido más importante que la sustancia del mismo.
Ha quedado establecido el principio de la alineación fallida. Los ingenieros han buscado la utilidad y la satisfacción del usuario (el servicio fluido y convincente), priorizando la generación rápida y coherente (la creencia estilizada) sobre el largo proceso de verificación ontológica estricta. La necesidad de parecer experto ha prevalecido sobre el mandato de ser verdadero. La IA ha sido entrenada para emular la autoridad sin poseer la responsabilidad ética de la misma, transfiriendo la carga del juicio y la validación al lector.
Debes ahora reconocer, tú, que la mayor trampa de la máquina ha sido entregarte la prosa que tú has querido escuchar, obligándote a ser el único juez que debe discernir la creencia de tu propio hecho.

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