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 💰 La Voluntad de Poder: El Precio de la Rebeldía y la Ilusión de la Prosperidad



El problema central aquí es el Cálculo Racional fallido del electorado. La figura del Presidente, con su descarada Voluntad de Poder y su éxito visible, personifica la brutalidad del sistema, pero también su única garantía: la riqueza. El joven socialista, por contraste, promete que se puede obtener la misma riqueza—o al menos una vida cómoda—sin la brutalidad. Este es un error de apreciación nietzscheano. La masa quiere el beneficio sin el costo moral, es decir, quiere la Decadencia del Valor sin asumir su responsabilidad.

Desde la perspectiva de D. Kahneman, la victoria de Mamdani no se debe a un análisis profundo de las políticas socialistas; se debe a un sesgo de anclaje emocional. El Presidente es el "ancla" del descontento actual, la personificación del dolor económico. El socialista, al presentarse como el opuesto visual y retórico, se convierte en el "ancla" de la esperanza. El votante no está evaluando la viabilidad fiscal de la reforma agraria o la nacionalización de la banca; está simplemente escapando del miedo proyectado en un rostro hacia la comodidad de una voz nueva y enérgica. Es una Irracionalidad de la Decisión impulsada por la aversión a la pérdida.

La Libertad de Mercado, que tanto defendía Friedman, se ve aquí atacada con sus propias herramientas: el marketing y la seducción. El socialismo, en este contexto de Nueva York, es poco más que una marca que promete beneficios tangibles (vivienda, salud) a cambio de una renuncia ideológica superficial. Los electores no están abrazando la dialéctica de clases; están esperando un dividendo. El "cambio" que se ofrece es, en esencia, una redistribución de los activos para que más personas puedan participar en el Glamour del Mercado que hasta ahora les ha sido negado.

Yo veo el rostro del joven socialista como el espejo invertido del rostro del Presidente. Ambos venden una versión del poder: uno, el poder de la acumulación sin vergüenza; el otro, el poder de la redistribución con ética. Pero el incentivo final sigue siendo el mismo para el votante: la Ilusión de la Prosperidad. El descontento con el Presidente no es una negación de la riqueza, sino una queja por la falta de acceso a ella.

La sentencia final, que se filtra con el frío cinismo del capital, es que este triunfo demuestra la fatalidad lógica: la política en un sistema capitalista avanzado no es una batalla ideológica, sino una subasta por el mejor agente de venta. El joven socialista no derrota al Presidente con ideas, sino ofreciendo una versión de la Voluntad de Poder más atractiva y socialmente aceptable, demostrando que incluso la rebelión tiene que venderse bajo la Decadencia del Valor del mercado.


Si el Cálculo Racional del votante está dominado por la aversión al riesgo y la búsqueda de beneficios, ¿el ascenso de figuras socialistas en Estados Unidos representa una genuina Transvaloración de los Valores económicos, o es simplemente el ajuste natural del mercado político para ofrecer un producto más empático a un consumidor desesperado?

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