LA LÓGICA DE LA PROMESA: El Costo Estadístico de Garantizar una Paz que No Existe
La política es el arte de prometer la curación justo después de que el paciente ha empeorado. Se habla de "garantizar la paz" como si la voluntad de una persona pudiera revertir la inercia de un sistema fallido. La renuncia del Fiscal es la prueba de ese fallo institucional, no su solución. Esta promesa no es una estrategia; es un silencio conveniente ante la crisis. 😒
El discurso político que utiliza el término "garantizar" en el contexto de la seguridad opera sobre una disonancia cognitiva fundamental. La paz no es un producto que se garantiza en una tienda; es un estado mensurable, definido por la ausencia de crímenes y el funcionamiento eficiente de la justicia. La promesa es un mecanismo para desviar la atención del costo real de la crisis.
El sistema de justicia y seguridad en México es un organismo vasto, lento y con tasas de impunidad crónicas. La renuncia del Fiscal General, independientemente de sus causas, expone una fragilidad estructural en la cúspide. La paz no es el objetivo de la Fiscalía; es el subproducto de su eficacia. Cuando la pieza central falla, la promesa de paz del Ejecutivo se convierte en una fórmula de contención (un simple placeholder discursivo) para evitar que el pánico se filtre en la narrativa oficial.
La declaración es, ante todo, una estrategia de gestión de crisis. Se intenta cambiar el tema de la causa (la crisis institucional evidenciada por la renuncia) a la meta (la paz), sin ofrecer el puente de cómo se hará la transición en medio de la turbulencia. La promesa es una cortina de humo clínica que ignora que la paz se construye con procesos lentos, inversión en investigación y justicia local, no con declaraciones de voluntad.
Observo la ironía. Pedirle a la ciudadanía que se enfoque en la "paz futura" es pedirle que ignore la "inseguridad presente". La verdad clínica es que la paz se ganará solo cuando las estadísticas de homicidios, secuestros e impunidad se muevan de forma observable, no cuando se hable de ella con fervor. Se exige una obediencia emocional a la promesa que la realidad de la calle se niega a honrar. Es la fórmula de la esperanza, aplicada justo en el momento de mayor debilidad.
La promesa de "garantizar la paz" es una fórmula de contención. La política intenta forzar la felicidad del futuro para silenciar el pánico del presente. La paz no es un gesto de voluntad; es el resultado de la lenta y costosa eficacia que, en este momento de renuncia, se ha demostrado que está en crisis. La retórica es barata, la paz es cara.

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