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LA EDUCACIÓN SEXUAL COMO BIOPOLÍTICA DE LA VERGÜENZA: ¿ESTAMOS INFORMANDO EL CUERPO O ADMINISTRANDO EL RIESGO SOCIAL?


La educación sexual en adolescentes se presenta como una tabla de salvación, llena de datos y de miedo. Nos prometieron que la información liberaría el cuerpo, pero la realidad demuestra que la mera enumeración de riesgos (ITS, embarazo) no desarma la arquitectura de la impulsividad. Nosotros, los analistas, debemos preguntar: ¿el enfoque profesional se centra en el placer y el consentimiento como valores, o solo en la disciplina del riesgo para mantener el orden social? 🚨

El desafío de la educación sexual, visto desde una perspectiva estructuralista, es que a menudo confunde información con disciplina. La intención no es solo educar, sino administrar biopolíticamente el cuerpo adolescente para que sea un sujeto de riesgo predecible, y por lo tanto, funcional.

El modelo tradicional (basado en la abstinencia o en listas de "lo que no se debe hacer") fracasa porque se dirige a la conducta desde la prohibición, no desde el deseo y la estructura psicológica que lo impulsa. Wilhelm Reich nos enseñó que la represión sexual no elimina el deseo; simplemente lo encapsula en una coraza caracterológica que busca la liberación a través de vías patológicas. Las conductas de riesgo (sexo sin protección, múltiples parejas sin conciencia) no son primariamente un problema de ignorancia estadística; son el subproducto de una psique que ha internalizado la vergüenza como su principal moderador sexual. El riesgo es la consecuencia de la represión, no de la falta de un folleto.

Un enfoque verdaderamente profesional y basado en la evidencia trasciende la mera prevención de riesgos para enfocarse en la competencia ética y emocional. Es fundamental que la educación legitime el deseo y el placer como componentes sanos de la vida humana. Cuando el placer no se asocia a la culpa, la conducta se vuelve menos impulsiva y más reflexiva. El Consentimiento no es solo una cláusula legal; es la base de la autonomía y el respeto, entrenando a los adolescentes no solo en decir "no", sino en escuchar el "sí" y el "no" del otro con plena conciencia, incluyendo el propio. La prevención real de conductas de riesgo reside en la capacidad del adolescente para manejar la presión social, la baja autoestima y la ansiedad que a menudo se disfrazan de hipersexualidad o promiscuidad irreflexiva.


El análisis estructural de Foucault nos recuerda que, mientras la educación sexual se centre en el control de la natalidad y la prevención de ITS (es decir, en el mantenimiento del costo social bajo), la disciplina está operando. Un verdadero avance ocurre cuando el dispositivo educativo se enfoca en la libertad del sujeto y su capacidad de elección informada y ética, en lugar de garantizar la paz social a través de cuerpos sexualmente "higiénicos".

El miedo a la enfermedad no es suficiente para silenciar la urgencia del deseo. Nos cuestionamos si el verdadero riesgo reside en la falta de conocimiento o en la represión que condena al cuerpo a buscar la liberación en la oscuridad. Cuando el sistema te educa con la culpa, ¿podrás tú transformar la información en placer ético o solo en una nueva forma de vigilancia autoimpuesta?

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