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🛑 El Absurdo de la Paz: Michoacán, la Estrategia Sheinbaum y la Sombra del Cártel



La muerte de Carlos Manzo, un activista social de Michoacán, no es solo una tragedia más; es el catalizador político que obliga a la próxima administración a confrontar el fracaso de las estrategias de seguridad anteriores. El anuncio de Claudia Sheinbaum de un "plan por la paz" en Michoacán es una declaración de intenciones necesaria, pero se enfrenta al muro de la Realpolitik criminal.

Si usted cree que un "plan por la paz" se basa únicamente en la voluntad política, está ignorando la realidad económica que subyace a la violencia. Michoacán no es un problema de orden; es un problema de rentas criminales no resueltas. Es la perfecta manifestación de la crisis mimética de Girard, donde la violencia se propaga por imitación y la única forma de frenarla es con una intervención estructural, no solo discursiva.

El primer obstáculo del plan es la retórica. La política tiende a usar eufemismos como "paz" para encubrir la tarea real: la recuperación efectiva del control territorial que hoy ostentan los grupos del crimen organizado. George Orwell nos advirtió que el lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras parezcan verdad y el asesinato respetable.

Un plan "por la paz" es insuficiente si no aborda con honestidad radical la corrupción institucional y la cooptación de las economías locales (aguacate, minería, extorsión). Un plan de seguridad debe ser una estrategia de guerra económica y territorial, no solo de justicia social.

Michoacán vive en el absurdo: la búsqueda constante de sentido (la paz) en un universo que se empeña en la violencia irracional (el asesinato político y criminal). El plan de Sheinbaum tendrá un valor real si logra romper este ciclo.

Esto exige una disciplina estratégica que hasta ahora no se ha visto:

  1. Desmantelamiento financiero de los cárteles.

  2. Purga institucional en los cuerpos de seguridad y gobierno local.

  3. Inversión en la verdad judicial, garantizando que los crímenes no queden impunes.

La promesa de paz solo será creíble si va acompañada de un ejercicio de fuerza legítima que sea sostenido y que demuestre que el Estado tiene la voluntad y la capacidad de pagar el alto costo de confrontar a las estructuras criminales. Hasta entonces, cualquier "plan" será percibido, con el cinismo, como la repetición de una farsa política.

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